Parecía que ésta era la oportunidad de terminar con el reinado español. En el mítico estadio "Aldo Cantoni". Con toda la gente gritando a favor. Con un equipo aceitado que se preparó el mes previo a pura conciencia. Con el entusiasmo de muchos. Y con los sueños de todos. Era algo así como "ahora o nunca".

Por eso todos creían en la gloria. Más aún después de las semifinales del día anterior, cuando en una de ellas el seleccionado argentino dio cátedra de efectividad y juego asociado y le ganó bien al siempre peligroso Portugal. Mientras que en la otra, el campeón España apenas se clasificó a la final ganándole al entusiasta pero limitado Mozambique, con un gol de oro.

Pero todos los deseos y los cálculos optimistas se fueron al tacho de la basura en la noche del sábado 1 de octubre. Desde que largó la finalísima, España empezó a sacar provecho de las ventajas que daba la defensa argentina y, en 10 minutos, ya estaba 2 a 0 arriba en el tablero. Era un golpe demasiado duro. Para la gente pero, por sobre todo, para los jugadores argentinos. El equipo de José Martinazzo fue recomponiendo su imagen pero las diferencias ya estaban dadas. Inclusive, los españoles, llegaron a estar 5-2 en el marcador. Al final, el partido terminó 5-4 pero fue por la relajación de los europeos y por la vergüenza deportiva de los argentinos. La gente reconoció al campeón. Al fuerte España que en base a las atajadas de Guillem Trabal y la capacidad goleadora y conductiva de Jordi Bargalló se llevó de San Juan lo que vino a defender: el título Mundial.

El Mundial no dejó muchas sorpresas. Tal vez la más notoria resultó la de Mozambique, el equipo africano que increíblemente llegó hasta semifinales. ¿Será un anuncio para el próximo Mundial? Y justo se jugará por primera vez en tierras africanas...