¡Qué raro ver a San Martín vestido así! No es que sea malo o bueno. Es raro. Si hasta se sienten otras sensaciones. Al menos para uno, que lleva muchos años metido en el fútbol.
Siempre hubo camisetas alternativas. En los últimos 20 años al menos. Porque hace treinta, por ejemplo, cada equipo jugaba con su tradicional casaca, como le decían los que hoy peinan canas. La de Boca era la de Boca. La de River, lo mismo. Acá, en San Juan, San Martín tenía sus bastones verdes y negros. Sportivo, el mismo formato pero verdes y blancos. Pero aparecieron las camisetas alternativas y, poco a poco, fueron aceptadas porque tenían otros formatos pero con colores parecidos. Y después aparecieron las alternativas que no tienen nada que ver con los colores originales. Y esto está permitido. Si hasta la FIFA dice que la "camiseta alternativa puede tener otros colores que nada tengan que ver con los originales". La televisión tuvo mucho que ver con eso. Porque desde que apareció en colores, diferenciar a los protagonistas se hacía necesario.
Entonces, a esta altura, ya todo es permitido. En este contexto multicolor, ayer San Martín tuvo una ruidosa bienvenida de su gente, toda adornada con los colores verdinegros. Eso sí, entró con una camiseta de color amarillo oro. Con ribetes marrones oscuro y blancos. Y la gente no se molestó. Lo aceptó, simplemente. Aunque en todos sus cantos figuraba el "verdinegro querido". Eso sí, hubo confundidos, por ejemplo. "¿Cuál es el nuestro?" se preguntó un plateísta que entró cuando el partido estaba por empezar. Con razón el hombre. El tradicional marrón y blanco de Platense se había convertido en todo un negro. Y el Verdinegro de San Martín era amarillo.
El triunfo de San Martín da pie para la ilusión. Para la esperanza. Y el verde, se sabe, representa la esperanza. Ayer fue amarillo, pero sigue siendo la misma esperanza.
