"Nocioni es el combustible del equipo”. Pues bien, según esta definición del propio técnico de Argentina, Sergio Hernández, el campeón olímpico en el 2004 se quedó sin algo clave como es la fuerza del Chapu, un jugador más valorado por su aporte de carácter que en sí por su juego. Pero la Generación Dorada es más que cualquier ausencia, incluida la de un tal Manu Ginóbili, el único jugador del planeta que fue campéon olímpico, de la NBA y de Europa. Como la autodenominación lograda en Atenas lo marca, con el gran Rubén Magnano de entrenador, es justamente una cantidad de jugadores notables. Algunos ya no están como Montecchia, Sconochini, Sánchez y Fernández. Otros tienen el retiro cerca como Oberto y Gutiérrez. Y en el tercero grupo están los encargados de ponerse ahora, más que nunca, la musculosa al hombro. Se trata de dos líderes ratificados y uno que aspira a serlo, sabiendo que jamás superará al player que hoy reemplaza, justamente Ginóbili.

Sin Nocioni el equipo se basará en lo que haga Scola. Elegido el MVP del Premundial en Puerto Rico, el ex Ferro, el único de la Generación que tiene asistencia perfecta a los torneos (Oberto no estuvo en el premundial), será el encargado de cargar la ofensiva. Con el sistema Flex impuesto por el Oveja (un interno y cuatro afuera), la salida de Nocioni se cotiza más por lo emocional que por lo cuantitativo. El Chapu no estaba bien físicamente y en las últimas competencias con Argentina no descolló. Scola tiene la tranquilidad de saber que se retirará en Houston como quería y hasta sus nietos ya tienen pagos los caprichos ya que su abuelo embolsará casi 50 millones de dólares.

"En la cancha el único que habla es Prigioni”. Fue otra sentencia previa del DT argentino. El mejor base por lejos de Europa deberá guiar el ritmo del equipo. Igual que Scola en Puerto Rico, el año pasado, se encargó de las riendas en ofensiva y ahora no será la excepción.

Párrafo aparte para el desafío de Delfino, quien debe hacer olvidar lo más que pueda a Manu. Sin el carácter del zurdo, pero con mayor explosión, es su momento. Juegan distinto, pero la misión es idéntica a la del narigón: hacer la diferencia.