Dicen que a la pasión sólo se la puede aceptar. No admite análisis, no da espacios para los cuestionamientos. Se siente o se siente… Y en este hermoso circo que mezcla temeridad, velocidad, resistencia y admiración, sólo el que tiene nafta y aceite por las venas puede animarse a desafiar 40 grados de calor, tierra, viento y distancias para ser parte del Dakar. Ejemplos sobraron a lo largo de todos las zonas de espectadores pero detenerse en uno de ellos, puede que sirva para sintetizar lo que el Dakar y esos escasos segundos de tener cara a cara a los pilotos y sus máquinas puede conseguir. Hicieron los 100 kilómetros desde San Juan hasta El Acequión, pero decidieron hacerlos en la noche del lunes para estar ya instalados y esperar su Dakar con tiempo. Los Almazán, jachalleros de pura cepa, encabezados por José Luis y sus hijos, Juan José y Luciano, se sumaron a la invitación de Ricardo y Gustavo Giménez. Los cinco, llegaron al Diferimiento Pepsi más que bien pertrechados. Apenas amaneció, se acomodaron a la vera del camino para no perderse detalles.
Se molestaron primero con la decisión de Gendarmería de prohibir los asados al costado del circuito pero después fueron gestando la más auténtica versión del espíritu Dakar. Jaynes Boyd (Los Angeles) y Tristar Kolkhorst (San Francisco) disfrutaron del primer gran sorbo de la más genuina camaradería sanjuanina. Ambos, fotógrafos exclusivos de Mini Cooper y de Monster Energy, se cansaron de comer asado -hecho en medio de la calle- y de gustar del vino de San Juan. Quedaron tan encantados que terminaron intercambiando fotos, direcciones de correo y muchas cosas más. Pegaditos, lejos de la distancia que impone el uniforme, los efectivos de la Comisaría Octava de Sarmiento también se fueron contagiando del espíritu Dakar. Primero, marcaron distancia pero luego terminaron compartiendo fotos, algo para comer y una sonrisa enorme. No fueron menos los muchachos de la Dirección de Comunicaciones de la provincia, con Juan Figueroa a la cabeza, que sacaron a relucir su arsenal asador y también terminaron abrazados y felices, ratificando que el Dakar puede con todo y también todos.