Con el resultado puesto, cualquiera opina pero perder el clásico como lo perdió San Martín habilita al análisis porque hasta se podría decir que no lo ganó Godoy Cruz, más bien lo perdió el Verdinegro. Es que el conjunto del Pueblo Viejo cometió el peor de los pecados del fútbol: perdonar al rival. Ese enorme primer tiempo en el que San Martín fue netamente superior al Tomba debió haber terminado al menos con doble ventaja para el sanjuanino pero el estrecho margen de un solo gol terminó siendo nada para el complemento donde este mismo San Martín fue otro. Sin respuestas desde lo táctico, desde lo anímico y ni en los cambios, la combinación fue enfilando directamente a una derrota inesperada y hasta inmerecida. Pero en el fútbol, el que perdona pierde y San Martín lo hizo. Una lección dolorosa porque fue el partido que no debía perder ante un rival que no fue más.
Perdonar tiene sus costos

