El espejo, donde se mira Santiago Pérez es Gennady Golovkin, el gran campeón kazajo, es el púgil al que admira. El pibe pocitano esta viviendo un sueño del que no quiere despertar. Está confirmado el 2 de junio en el Mocoroa y, posiblemente se presente en el club Aberastain, el 16 del mismo mes.

La primera impresión que se llevaron todos cuando lo vieron subir al ring de un Aldo Cantoni colmado, el pasado 25 marzo, fue la de un boxeador de buen físico. Alto, mide 1,83 m. De buen alcance y línea técnica, superado el miedo escénico del debut que lo ató en los dos primeros rounds, Santiago Matías Pérez noqueó en el tercer asalto al mendocino Pablo Ponce. La segunda impresión, generalizada, fue: ‘El pibe promete’.

Nacido el 30 de junio de 1995 en Pocito, hijo mayor del matrimonio de Carlos Pérez y Alejandra Ruíz; llegó al boxeo hace tres años, cuando asistió a la escuela de Mario Cabello para mejorar su técnica para golpear con las manos. Junto a su padre, instructor de Taekwondo y Jiu Jitsu, y su hermano menor Cristian (14) son cinturones negros del arte marcial y había empezado a combatir en Kick Boxing y Full Contac.

Su historia no es la clásica del muchacho que encuentra en el deporte de los puños un lugar de contención para sus necesidades y una oportunidad para ganarle la pelea a la vida. Estudiante de tercer año del profesorado de Educación Física, este flaco que por ahora pelea en la categoría superwelter (69,853 kg) pero que mide un centímetro más que Carlos Monzón y su futuro puede estar en mediano (72,574 kg), categoría donde el malogrado campeón mundial marcaba diferencias por calidad, altura, alcance y, fundamentalmente, potencia.

Vecino de la Villa Aberastain, donde vive con sus padres y hermanos (hay que agregar a Bárbara de 17 abriles), Santiago que en su campaña amateur viajó dos veces a Chile, espera con ansias la velada que organizará el club Julio Mocoroa, porque su pelea con el cordobés Marco Esteban Chanampa (0-2-0) será el semifondo del combate por el título nacional de los superplumas, en el que Ezequiel Fernández expondrá su cetro ante el cordobés Jorge Luis Rodríguez (7mo clasificado).

Esta muy entusiasmado y según cuentan sus entrenadores, Cabello y Rubén Ojeda, quien estaba radicado en Chile cuando Pérez peleó allí, es un ‘boxeador aplicado’ y con ‘ganas de aprender’.

De novio, hace diez meses con Virginia Chavez, también pocitana; Santiago es un pibe tranquilo, que de niño practicó fútbol en el club de sus amores, el Deportivo Aberastain, al que le gusta el asado y prefiere escuchar música, prefiere el rock, antes que salir a bailar.

Incentivado por su incipiente campaña profesional, divide sus días entre los entrenamientos y el estudio. Para practicar todos los días, como lo exige un trabajo rentado hace un gran esfuerzo. Alterna por las mañanas sus sesiones de footing con gimnasio y la asistencia al Instituto Provincial de Educación Física, en Santa Lucía. Desde este año casi nunca almuerza los días de semana en su casa paterna, lo hace en los domicilios de su tío Antonio Ruíz, en Santa Lucía o de su abuela paterna Rosa, en Desamparados y después de una siesta acude al gimnasio.

‘¿Por qué me hice profesional? Me gusta y quiero probar hasta dónde puedo llegar. No me gustaría ser mayor y recriminarme no haberlo intentado”, explicó entre golpe y golpe a la bolsa.
 

“Es muy aplicado y obediente: tiene muchas condiciones y está muy entusiasmado”.

Mario Cabello – Técnico principal

“Tiene alcance y pega con las dos manos: Por prestancia, me hace acordar a Angel Vera”.

RUBÉN OJEDA – Técnico alterno

De la recreación al ring
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El ‘Club de Box’ que dirige Mario Cabello, ubicado en calle Matías Zavalla, a metros de San Isidro, cuenta con una gran cantidad de entusiastas alumnos que practican periódicamente el completo entrenamiento del boxeo. 

Muchas mujeres y un importante número de varones de distintas edades, aprenden los secretos de la actividad que no se circunscribe, nada más, al ensayo de los cuatro golpes que tiene este deporte; se complementa con todo el trabajo aeróbico que permite a los boxeadores contar con el aire suficiente para afrontar una exigencia de pelea.

Y, entre los alumnos, aparecen algunos que quieren competir, ellos entrenan de 17 a 18,30. Junto a Pérez están, los peso ligero, Juan Escudero (16 años de Villa del Carril) y Martín Bazán (20 del Lote Hogar 5 de Rawson) y el pluma Matías Pelayes (18 vecino de la Villa Laplagne, también de Rawson).