“Estamos creando una sociedad en la que solo vale ganar, transmitiendo a la juventud que si no ganas no eres válido. Valoremos el esfuerzo y la belleza de los recursos utilizados”.

La frase de Enrique Setién Solar a The Coaches Voice es una declaración de principios que encaja perfectamente en la identidad del Barcelona. El experimentado y particular entrenador, admirador de Johan Cruyff, adoptó el estilo que pregonaba la leyenda holandesa; el mismo que le inyectan a los proyectos en La Masía. “Empecé a ver el fútbol de una manera diferente. Entendí la esencia del juego”, declaró.

A los 61 años, le llega la oportunidad de su vida en situación de crisis: el conjunto culé despidió a Ernesto Valverde tras la caída ante el Atlético Madrid en la Supercopa de España, luego de que el Barça estuviera en ventaja por 2-1; una situación similar a lo que sucedió en su gestión ante Liverpool y Roma, por la Champions League. El ex Athleti de Bilbao venía acumulando críticas por la falta de cohesión en el equipo, que cada vez dependía más de sus figuras (Messi, capitán y bandera en este punto). El dedo de la dirigencia lo apuntó recién después de caídas otras opciones más atractivas para el presidente Josep Martomeu y el manager Eric Abidal: Xavi Hernández recién aceptaba hacerse cargo del plantel en junio y con la posibilidad de tomar las riendas de la renovación y Mauricio Pochettino no se mostró dispuesto (está identificado con el Espanyol).

De estilo hiperofensivo (supo armar líneas medias sin hombres con características de marca y le gusta jugar con tres atacantes) y discurso florido, lo que le provocó sumar respaldos y detractores públicos (supo ser tildado de “vende humo”), fue mediocampista en su etapa de futbolista, pasando por el Perines, Racing de Santander (que pagó 40 pares de botines por su pase), Atlético Madrid, Logroñés y Levante, donde se retiró en 1996. Jugó tres partidos con la selección española e integró la nómina que viajó al Mundial de México 1986, en el que se consagró la Argentina de Diego Maradona, pero no llegó a disputar un minuto.

“El futbolista cuando más cómodo y feliz se siente es cuando le das de verdad el balón, porque al final todos se han hecho futbolistas porque iban detrás del balón en el patio del colegio”, es otra de sus máximas, que aplicó en cada uno de sus equipos. La posesión es un dogma para Quique. Llevó su filosofía a los diferentes clubes en los que dirigió. En Racing de Santander, Ejido, Logroñés, Lugo y UD Las Palmas, demostrando que en el ascenso español podía apostar a tratar bien el balón. Y en el Betis, donde sorprendió ganándole al Real Madrid y al Barcelona en el Santiago Bernabéu (1-0) y el Camp Nou (4-3), respectivamente.

También tuvo una experiencia curiosa en Guinea Ecuatorial: dirigió a la selección por un día, en un duelo ante Camerún por la Copa África. “Coincidió que estaba allí y me ofrecieron el cargo. Acababa de dimitir Antonio Dumas, un brasileño que estaba de seleccionador, y me pidieron por favor que me hiciera cargo de la selección”, contó en el sitio Público de España. “Estuve durante bastante tiempo conociendo el país, su vida, sus infraestructuras, sus posibilidades. Fue ahí, a medida que pasaba el tiempo donde me di cuenta de que esta gente no tenía intenciones ni seriedad ni nada que se pareciese a firmar un contrato. En uno de los viajes me tuvieron tres días en el hotel sin que apareciese nadie", narró.