En sólo cuatro minutos y sin recibir preguntas, Ramón Díaz se despidió de River sin fundamentar su abrupta renuncia en medio de las luces de la victoria aunque antes de irse se despachó enumerando uno a uno los títulos conseguidos y las victorias sobre Boca en los últimos seis meses. “Conseguimos todo lo que los hinchas queríamos, que era el campeonato. En este semestre no sólo el campeonato le hemos dado sino haberle ganado tres veces a Boca, haberle ganado a todos los equipos grandes de la Argentina, haber clasificado a la Copa Sudamericana, haber clasificado a la Copa Libertadores, haber ganado la Superfinal”, enumeró Ramón, uno a uno sus logros, una forma de mostrar nuevos méritos.
Vestido con un saco azul oscuro y camisa blanca abierta al cuello, Ramón apareció en el Auditorio del Monumental a las 17.01, posó para las fotos y a las 17.05 se despidió con un “hasta luego”. Quince minutos después dejaba con rostro abatido el estadio en su auto alemán. Ramón obvió explicar por qué se fue de River y encima dijo que seguirá dirigiendo porque ser DT lo “apasiona”. Más allá de los agradecimientos formales que incluyeron a la dirigencia, Ramón mostró todos sus laureles de su última gestión, una forma elegante de mostrar quien domina la escena a una dirigencia que lo tuvo cortito desde el momento en que Rodolfo D’Onofrio asumió.
Mientras Ramón se despedía y afuera dos hinchas mostraban solitariamente una sábana blanca con el pedido: “3.650 días esperándote. No nos dejes solos”, en el anillo del Monumental, en cambio, había muchos simpatizantes enojados con la dirigencia.
Inclusive utilizó la emotividad para dejar en claro que fueron varios los campeones de hoy bajo su conducción que sufrieron “cuando les tocó retroceder”, el eufemismo extraño que utilizó para evitar la palabra descenso. Sonó a formalidad la afirmación de Ramón que sólo tiene “palabras de agradecimientos” a todos, y en una misma bolsa metió a “la gente, los dirigentes y el periodismo”.

