Aunque vecinos de barrio, las diferencias institucionales entre River y Defensores son inmensas. Podría decirse infinitas. Sin embargo, anoche no se notaron. Los millonarios ganaron bien, pero sin entusiasmar. El calor popular que bajaba de las gradas se contraponía con el fervor de los hombres dirigidos por Matías Almeyda que extrañaron a horrores la movilidad del uruguayo Sánchez, quien en los partidos por los porotos de la B Nacional es el fogonero que marca el ritmo en la transición entre la defensa y el ataque. Lo de Afranchino anoche fue tibio. Ni chicha ni limonada. Poco y nada del “Maestrico” González, fulbito entre Ledesma y Cirigliano. Conclusión. River fue en la mayor parte del partido un montón de voluntades previsibles. La sorpresa apareció en cuotas cuando se encendía el Chori Domínguez y su habilidad se encontraba con Cavenaghi. Entre los dos armaron un gol exquisito luego de una pared con habilitación de taco incluida del punta para que el mejor jugador del partido definiera con categoría.

Podrá argumentarse que jugó a media máquina. Que su rival no lo inquietó demasiado. Pero al no noquearlo dejó abierta la puerta a otra agónica sorpresa como la sufrida el sábado pasado en Corrientes ante Boca Unidos, en el torneo donde los puntos duelen.