El 2020 no fue un año más en la vida de todos y menos aún, en la historia del Atlético San Martín. Después de temporadas de ascensos, promociones y protagonismo, llegó una obligada renovación que depuró un plantel con mucha historia, dejando en el camino a ídolos contemporáneos del Pueblo Viejo como Luis Ardente o el mismo Marcos Gelabert. Esa apuesta, ese costo, era complejo de asumir y decisión dirigencial fue todo un pleno: jugarse por un entrenador nuevo. Nuevo en todo, porque la experiencia de Paulo Ferrari era corta y fugaz en Rosario Central, y la decisión se acercó mucho a otras apuestas parecidas en San Martín como los ciclos de Facundo Sava o Néstor Craviotto, por recordar alguno. Ese primer paso riesgoso empezó a pagar dividendos y hoy, el balance desde ese punto de vista es más que positivo: San Martín encontró un perfil, tiene algunos nombres y se convirtió en un modelo para terminar de armar en este receso de acá al comienzo de la nueva temporada regular.

Tras la decisión de traer a Ferrari, San Martín empezó ese proceso de rearmado del plantel. Una depuración a fondo obligó a nombres nuevos, con otro perfil y con un promedio de edad bajado considerablemente. Ese tal vez sea uno de los puntos salientes en los que se deba reparar: San Martín es joven. Y claro, la juventud propone futuro.

En los nombres, nada rutilante pero con una tremenda respuesta en cada uno que los puso en carrera rápidamente. En el arco, Juan Pablo Cozzani terminó siendo la figura consular tal vez de todo el equipo. Ganador, rápido, líder, el ex Lanús demostró que el arco verdinegro no le quedó grande nunca. Línea por línea, esta renovación sirvió además para darle lugar a los chicos de San Martín como Francisco Alvarez en defensa, Nicolás Pelaitay en el medio y Matías Giménez en el ataque. Ese es otro punto a favor.

Repasando lo que este San Martín entregó en nueve fechas más que intensas, en defensa se consolidaron nombres jóvenes como Alejandro Molina, Fernando Cosciuc y Gastón Hernández, además de la chance de Jonas Aguirre de demostrar lo que es. Del medio, lo de Maximiliano González fue clave. Un jugador que ofrece el equilibrio siempre, incansable. El otro punto que le entregó juego fue Pablo Ruiz, llamado a ser el dueño de la pelota en San Martín pero con la necesidad de no se tan intermitente. El punto alto en el esquema del medio se llama Gonzalo Berterame. Un volante vertical, con llegada, despliegue y gol. Una revelación. Mientras que en el ataque, entre Lucas Campana y Ezequiel Rescaldani se alternaron en una posición de mucho sacrificio.