No vamos a descubrir ahora, con el diario del domingo escrito que Mauricio Muñoz es un gladiador aguerrido y no un dechado de virtudes técnicas. Tampoco sería justo hacer leña del árbol caído, más cuando el sanjuanino regó con la sangre y transpiración de su esfuerzo el ring del Cotai Arena de Macao, pero es en estos momentos cumbres, cuando se compite en el alto rendimiento cuando deben sacarse a relucir los fundamentos técnicos. Porque son ellos los que sirven para modificar la historia de alguna pelea.

Y, lamentablemente, los fundamentos son aquellos que se hacen carne en las etapas formativas de un boxeador. Es en sus inicios cuando se aprenden y mecanizan movimientos de traslación, para atacar, retroceder, acortar salidas y desairar ofensivas. Es, también en el ciclo en el que se aprenden los primeros “palotes” cuando se repiten hasta el hartazgo las ejecuciones de los cuatro golpes que tiene el boxeo para que en la máxima exigencia “salgan” de manera natural.

Desde hace seis meses, Mauricio Muñoz está haciendo el sacrificio de estar alejado de su familia enfocado en mejorar su técnica de combate. Esa de la que la mayoría de los púgiles nacidos en San Juan carecen porque se aceleran sus tiempos y se los hace debutar anticipadamente.

Este Mauricio Muñoz, que perdió ayer, es un púgil honesto y enjundioso, que llegó a donde llegó por su voluntad y fortaleza física. Argumentos que le sirvieron para destacarse en el ámbito nacional, pero que son escasos para intentar con éxito una aventura mundialista.

Según su técnico Jorge Arias, seis meses es poco tiempo para modificar el estilo de un boxeador, pero está seguro que sí puede ordenar técnicamente el enorme caudal de temperamento natural que tiene Muñoz, la tercera oportunidad -si la hay- puede ser la vencida.