Cuando se conoció lo de la llegada a San Juan de Martín Palermo, la idea me sedujo de inmediato. En lo periodístico, lógicamente. Es que este ídolo de siempre pisando nuestros pagos sanjuaninos no era algo común. Después del anuncio del partido benéfico recibí la invitación. "¿Querés jugar al arco?", me dijeron. Orgulloso contesté que sí. Nada fácil para alguien que ya pasó los cincuenta años y que sabía que debía enfrentar a un goleador todavía intacto y, encima, acompañado por jugadores de la Liga Sarmientina. Casi nada.
Y por suerte todo se me dio bien. Claro, con excepción de ese golazo que me clavó Martín sobre los 15 minutos del partido. Y aquel penal "medio trucho" que reventó la red con otro compañero mío circunstancial, que completó la escena.
Igual me fui contento cuando terminó el primer tiempo y me reemplazaron. Porque la gente me acompañó siempre. Es más, en el primer tiro del Titán, una media vuelta fuerte que le salió baja, tuve que tirarme para taparla. Y todos me alentaron. Si hasta Marito Castro, por los altoparlantes, tiró "No te vas a olvidar más Walter Cavalli de esa tapada. Le vas a poder contar a todos "yo le atajé un tiro a Palermo".
Después, en el penal, tras el gol, el goleador tuvo una actitud admirable y que me llegó al corazón. Vino a abrazarme y me dijo "perdón, pero la gente me pedía que le pegara fuerte". ¡Que gran tipo este Martín! Ya lo conocía por haberle hecho notas en mi función de periodista. Pero dentro de una cancha jamás me imaginaría que iba a estar con él. Un tipazo. Cuando se iba de la cancha le di una botellita de agua y, por lo bajo, me dijo: "Al principio tuve hasta miedo por tanta gente, pero después me asombré por tanto cariño. He ido a muchos lugares pero como me trataron acá es inolvidable…". Para qué más. Me hizo dos goles pero yo, como todos, me fui feliz.

