Entre los dos suman 68 años. Más de quince años jugando en Primera y la cifra nada despreciable de 500 partidos sobre sus piernas. Se trata de Marcelo Gallardo (33 años) y Martín Palermo (35) ambos capitanes de sus equipos, quienes ayer, en un superclásico de poco vuelo y que no será recordado más allá de este lunes, fueron los goleadores en el Monumental. Cada uno a su manera: el Muñeco con la clase intacta en la pegada de su pierna derecha y el Loco con su habitual oportunismo mediante un zurdazo letal para el uno rival. Son viejos, pero como diría Mano de Piedra Durán sobre el viento "todavía soplan".

Para el nueve de Boca, además de la alegría por el tanto que le dio el punto a su equipo, también resultó el pasaporte para convertirse en el segundo máximo anotador en los Boca-River (ver aparte).

"Uno de mis motivos para regresar a River es sentir la adrenalina de jugar con el estadio lleno ante Boca", tiró el diez del Millonario apenas pegó su vuelta en enero de este 2009. En Núñez volvió a sentir esa sensación y, tal cual pasó en la Bombonera por el Clausura pasado, le dio la alegría a los hinchas de la Banda mediante un tiro libre con su marca registrada. Tocó pocas pelotas a lo largo de los 60′ que estuvo en cancha (lo reemplazó Maxi Coronel) pero siempre dejó destellos de su jerarquía. Por momentos cumplió en su función de ser el conductor de River, aunque su maltrecho físico lo quitó del camino promediando la parte final.

Su colega de Boca se le pareció en la poca intervención en el juego, pero en la contundencia. Es que Palermo tocó sólo un par de pelotas intrascendentes antes del minuto 18′ del complemento cuando recibió el pase de Riquelme y sentenció la paridad con un zurdazo esquinado. Lo buscaron por arriba bastante en el primer tiempo mediante los centros de Gaitán, pero le faltó coordinación con el juvenil devenido en wing.

Un nueva batalla para éstos históricos del fútbol nuestro. Y como en tantas otras veces, Gallardo y Palermo dejaron su sello en la red contraria y las gargantas de los fanáticos que los idolatran.