Por Calle 11, no quedó lugar libre en la banquina. En calle Alfonso XIII todas las familias salieron a la vereda para no perder detalle de la prueba. En Carpintería nadie durmió la siesta, si lo hacían se perdían el paso por Ruta 40 hasta El Cerrillo. Y después, fueron testigos de la parte más candente de la prueba, cuando una decena de hombres edificaba una fuga que se consolidaría, luego, para ganar el parcial.
Ni que hablar de la zona de La Rinconada, donde los trapos aurinegros, de Atenas, tal cual ocurre siempre enmarcaron la ruta a seguir. Y, hacer referencia a lo ocurrido sobre calle Aberastain, es una redundancia. Todo Pocito acompañó a la carrera. En varias zonas era un cordón humano, en otros sectores se producían concentraciones, aprovechando la sombra de los añosos y viejos arboles que permitían mitigar, en algo, el calor que. aunque fue menor que otros días, bajo los rayos del Sol se sentía.
El pelotón adorna el gris del asfalto con el colorido de las camisetas de los ciclistas y la gente, el aficionado común, lo hace enmarcando las rutas con el colorido de alguna bandera, una que otra camiseta de algún club. Y mucho, pero mucho, fervor.
La Vuelta es la Vuelta, reza el refrán ya popular y es importante por si misma. Es la carrera que todos viven de manera especial. Los de adentro, esos que devoran kilómetros, y los de afuera, aquellos que cargan sus movilidades con el termo y el mate o con la conservadora y los sanguches. Todos disfrutan de la fiesta.