Pasó el Mundial Femenino en esta bellísima ciudad del Norte de Francia, pero quedaron varios puntos flojos en el debe de la organización. Por ejemplo, el tema internet, a esta altura de los tiempos, tendría que ser algo solucionado por completo. Sin embargo acá no pasó eso.
Y justo los dos días más importantes, es decir los últimos donde los cruces son a cara o cruz, la señal de wifi desapareció. Claro, a la clave la tenían todos en el estadio y, por la saturación, fue imposible poder conectarse en estos momentos trascendentales. Encima, en semifinales y final llegaron los de la televisión portuguesa y se adueñaron de todo. Inclusive hasta de los pasillos de circulación por el estadio. Un verdadero desastre y una falta de respeto al resto de la prensa mundial.
En cuanto al merchandising, fue patético. Sólo se podía conseguir un vaso como recuerdo, esto después de pagar un euro. Y, los últimos días, pusieron a la venta remeras con el logo del torneo. Lo malo es que sólo tenían de dos talles: L y XL. De eso no salieron.
La atención a la prensa careció de seriedad. En ningún momento entregaron la planilla de algún partido. Menos, por supuesto, de las estadísticas.
No se preocuparon en llevar al menos un vaso con agua o acercar una silla. Es indudable que el torneo superó la organización y que había metida mucha gente colaborando, pero las organizaciones mundiales que en San Juan exigen mil y una condición, acá parece que no estaban.

