Evans cumplió a los 34 años el sueño de subir a lo más alto del podio en la carrera más importante del mundo. Un triunfo para la historia porque se trata del primer australiano y de todo el hemisferio sur en conseguirlo. Dos veces se quedó a las puertas, en 2007 y 2008, superado por Alberto Contador y Carlos Sastre. Pero al séptimo intento se consagró.

Un premio a la constancia del veterano ciclista de las antípodas, discutido por su forma de correr, por su escaso aporte al espectáculo, que fue coherente con su estilo. Jugó sus fichas, aguantó hasta la contrarreloj de Grenoble e impuso su potencial ante un Andy Schleck que se centró en Contador como enemigo absoluto, olvidando a este australiano obcecado, que cuando tenía 14 años sufrió la patada de una mula en su cabeza "dura" que lo dejó en coma durante varias semanas. De ese largo sueño, Evans, despertó pensando en que quería ganar el Tour. "Hace 20 años cuando vi el Tour por primera vez en la televisión me dije, voy a ganarlo", comentó.

Fue campeón mundial de mountain-bike en 1998 y 1999. Su paso a la ruta parecía obligado y para ello se mudó a Europa con el fin de aclimatarse a las grandes carreras. En el Giro de Italia 2002 se vistió durante un día con la clásica "maglia rosa". En esa competencia terminó en el 14to. lugar.

El Tour de Romandía 2006 fue su primer gran logro y, un año más tarde, fue escolta de Alberto Contador en el Tour de Francia. En 2008 ganó la París-Niza, la Semana Coppi Bartali y volvió a ser segundo en la ronda gala, detrás de otro español, Carlos Sastre.

Muchos empezaban a verle ya como el "eterno segundón" del ciclismo, pero 2009 le ayudó a quitarse esa etiqueta pese a su tercer puesto en la Vuelta a España. Llegaba el Mundial en ruta de Mendrisio (Suiza), muy cerca de su lugar de residencia, y Evans no lo desaprovechó. Se hizo de manera brillante con la medalla de oro y su vida dio un vuelco total. En 2010 ganó Flecha Valona y sufrió un Tour en el que Contador volvió a brillar.

Con la lección muy bien aprendida, Cadel Evans se plantó en 2011 con un objetivo muy claro: el Tour de Francia. Nada ni nadie podía interponerse en una preparación que fue más meticulosa que nunca. Era el momento de demostrar que tenía madera de líder. Y los pasos previos para atacar la cima de París fueron de lujo. Sus victorias en Tirreno-Adriático y Romandía le valieron para calentar los motores. Pese a no ser el favorito por excelencia, el "canguro" sobre ruedas fue saltando posiciones poco a poco. Sin hacer ruido y sin llamar mucho la atención, como fue siempre su vida, se llevó el merecido premio. Su constancia y sus ganas de ganar, de alcanzar el sueño fueron sus pedales.