Algunos recién se habían metido el primer bocado de jamón crudo con ensalada caprese cuando el periodista del diario La Voz de Córdoba dijo por el micrófono que venían los cuatriciclos de los Patronelli. Y de pronto, corridas, empujones y mucha cámara digital de última tecnología. "Dame, yo te saco la foto", gritó el gobernador Gioja entre el tumulto, mientras le hacia lugar a la ministro Débora Giorgi (ministro de Turismo e Industria). Privilegiado por su altura, no se perdía ninguna de las imágenes de motos, cuatriciclos y autos que a toda velocidad pasaban a escasos dos o tres metros del balcón natural de piedra donde ayer se instaló la carpa vip del Dakar.

Pasado el polvo – mucho, intenso, como en cualquier lado-, todos volvían con sus copas de champagne al interior de la enorme carpa blanca, que destellaba en medio de cerros áridos, que normalmente muestran un paisaje solitario. Lo más selecto del mundo fierrero y de negocios -gerentes y directivos de Total, brasileros y argentinos de Michelin, empresarios de YPF, de Personal o de Sodexo, la empresa que se ocupó del catering de todo el Dakar-, compartieron ayer una recepción de lujo que brindó la organización de la carrera.

"Sólo hay tres vip en toda la carrera, uno se hizo en Córdoba, el otro en Chile y ahora este en San Juan. Este es el programa de hospitalidad del Dakar, son todos empresarios que invitan los sponsors y la propia organización de la carrera y es muy importante para la provincia tener toda esta cantidad de empresarios y directivos que pueden disfrutar del paisaje de este lugar", explicó Leonardo Boto, titular del Instituto de Promoción de Turismo de la Argentina, sentado en unos cómodos sillones blancos junto a Enrique Meyer. "Vine con mis señora y mis hijos Ricardo y Germán", dijo por su lado, muy distendido, el secretario de Turismo de la Nación. No olvidó comentar los sorprendido que lo dejó haber visto tanta gente junta entre los cerros, en el recorrido en helicóptero que hizo a primera hora de la mañana. "Creo que el Dakar vino para quedarse en Argentina", dijo antes de lanzar el dardo de que hay fuertes chances de que la competencia vuelva en el 2011 (ver página 49).

La carpa vip se montó en las tierras donde la familia Eskenazi cultiva olivares y las uvas finas de sus vinos. "En un principio nos opusimos un poco por el tema del cuidado de la naturaleza y medio ambiente, este valle es fuera de serie. Pero llegamos a un arreglo y hoy la carpa está en Santa Sylvia", dijo Ezequiel Eskenazi, uno de los hijos del banquero. "Aquí tenés gente desde el gobernador, hasta empresarios, autoridades, periodistas, gente del mundo del deporte. Y la organización la usa para relaciones públicas", dijo mientras compartía unos bocaditos de camarones con algunos amigos que habían llegado de la Sociedad Rural. Se calcula que habían unos 500 invitados, pero entre ellos no se logró ubicar a ningún directivo de Volskwagen, la automotriz que lidera el Dakar. "Ellos estuvieron en Chile y en La Rioja, aquí no pudieron venir", dijo Stéfane Ruault, director del Dakar. El francés fue uno de los que conversó animadamente con Polo Bravo, el embajador de Rusia, antes de que el locutor invitara a sentarse en las mesas a comer un cabrito braseado, con hongos y champignones. "Estoy bien, peleando día a día, pero veo a mi hijo de 10 años y saco fuerzas para seguir adelante", confesó Bravo, hablando abiertamente de su enfermedad (tiene un tumor). Más tarde, cuando llegó la comitiva oficial, se fundió en un largo abrazo con el gobernador Gioja.

Fuera de la carpa principal, muchos hombres y mujeres de riguroso sport y gorritas con el logo oficial elogiaban el paisaje -un límpido cielo azul y los cerros majestuosos- , mientras eran interrumpidos de vez en cuando por una que otra moto o cuatriciclo. Muchos otros se entretenían en el minishopping: una carpa abierta, más chica, donde se podía comprar el merchandising oficial del Dakar. "Tenemos remeras a $75 y $60 las de niño, camperas abrigadas a $450, rompevientos a $110, chalecos y tazas", contó Manuel. "Llegamos hoy y estamos todo el día, tenemos un total de 5 carpas oficiales ofreciendo los productos del Dakar", agregó.

A eso de las dos de la tarde, lejos, la mesa más bulliciosa era la de Brasil: 9 directivos de la fábrica de neumáticos Michelin-Goodrich -los que usan la mayoría en el Dakar- cantaban y brindaban, acaparando cámaras argentinas que los brasileros aprovechaban para posar frente a la bandera de su país.

"Vinimos directo a San Juan, y el domingo vamos a Buenos Aires, contó Marcio en portuñol, una mezcla de portugués y español, que se hacía difícil de entender. También estallaron en una ovación cuando pasó un piloto brasilero en una Mitsubishi Montero. Pero la principal corrida de los comensales fue cuando se anunció que estaba por pasar el español Sainz y luego el principe Al Attiyah, con sus impresionantes Touareg VW. Pocas cámaras pudieron tomar la foto en cuadro debido a la velocidad con que pasaron.