Ariel Ortega dejó ayer el Monumental de la forma más triste, impensada tras más de veinte años de transitar, de irse para volver una y otra vez. Cuatro pasos tuvo por River, donde alumbró con su fútbol y sus 65 goles, con siete títulos, entre ellos la Libertadores, y que por lo hecho allí llevó a tres técnicos bien diferentes (Basile, Passarella y Bielsa) a ofrecerle la albiceleste de la selección en tres Mundiales.
Pero Ortega, que jamás dejó esa impronta de muchacho callado y tímido como el que aterrizó desde el pueblo Ledesma jujeño en River cuando sólo tenía 15 años, también se perdió en tránsito de dolientes zozobras, sobre todo por traicioneras noches de alcohol que atentaron contra su patrimonio deportivo.
El 14 de diciembre de 1991, con sólo 17 años salió a la cancha con la Banda Roja en la Primera por disposición de un Passarella entrenador que lo cobijó como un hijo. El 5 de julio del "93 debutó en la red al marcarle a Quilmes en un 3-1.
Se fue en el "96 al Valencia, donde emergió el primer conflicto con el riguroso técnico italiano Claudio Rainieri, quien ni lo dejó carretear y Ortega se fue a Italia. Sólo unos pocos partidos brilló en Sampdoria y al menos logró una copa con el Parma. Por esos tiempos Passarella, lo convocó para el Mundial de Francia, donde se le reprochó haber sido echado por una irresponsabilidad en el partido ante Holanda, el que selló la eliminación de Argentina.
Volvió en el 2000 y dos años después se fue a Turquía para jugar en Fenerbahce. Final conflictivo como pocos al incumplir el contrato que derivó en una inhabilitación de FIFA. Una gestión de Newell’s lo devolvió a la vida futbolera. La FIFA levantó la sanción y Orteguita jugó para los rosarinos, dirigidos por Américo Gallego con el que salió campeón.
Otra vez volvió a River y todo bien hasta que al técnico Diego Simeone se hartó de sus faltazos y lo dejó fuera del plantel en 2008. Las dirigencias de River y la de Independiente Rivadavia, acordaron una salida, que involucraba un seguimiento a una cura contra la adicción. Ortega se fue a Mendoza y jugó en la B Nacional y volvió otra vez a River en 2009. Ya no estaba Simeone y transitó los peores momentos deportivos del club. Pero llegó J.J., soportó que faltara a algunas concentraciones. Se hartó cuando no lo vio en el primer día de trabajo de 2011 y ahora Passarella tendrá que definir qué final le da tal vez al último ídolo millonario.