Sportivo Desamparados logró anoche uno de esos triunfos que son vitales para repuntar el ánimo de un equipo que todavía no había logrado mostrar en los hechos que podía despegar y cambiar así la imagen que dejó el torneo pasado, cuando estuvo navegando siempre en el fondo de la tabla y la amenaza del descenso nunca terminaba de disiparse.

El triunfo de ayer es mucho más que tres puntos porque al fin pudo ganar en el Clausura y revalorizar más todavía el empate que consiguió el pasado miércoles de visitante ante Villa Mitre, uno de los punteros de la Zona 3 en ese momento. Además, como en aquel encuentro, el equipo de Dillon pudo sobreponerse a un marcador que le estaba siendo desfavorable. En Bahía Blanca perdía 1-2 luego de ir ganando y ayer se fue al descanso del primer tiempo perdiendo 0-1. Eso también ayuda a la fuerza moral porque los jugadores sienten que pueden superarse cuando el marcador les muestra que están en desventaja.

El triunfo también sirve porque se le ganó a un equipo con oficio y aspiraciones concretas para ascender de categoría. Cipolletti es uno de los dos ganadores que dejó el Apertura y quedó posicionado para aspirar a subir a la B Nacional y además había goleado en su anterior presentación entre semana.

No es sólo un triunfo más, porque el técnico Ricardo Dillon ya demostró en anteriores ciclos en Desamparados que sabe guiar muy bien al grupo en su confianza cuando las cosas empiezan a salirle bien y encadenar buenas rachas. Sucedió en su anterior etapa, cuando luego de un arranque en falso pudo reponerse y encadenar triunfos que lo hicieron ascender vertiginosamente. Por todo esto, Desamparados no logró anoche un triunfo más. Lo esperaba ansiosamente y se lo ganó con mucho esfuerzo, no porque le haya caído de regalo. La ilusión de jugadores, cuerpo técnico, dirigentes y, sobre todo, de sus hinchas toma mucha fuerza, viendo al futuro ahora con otros ojos. Los de una esperanza con argumentos.