Por Fabio Cavaliere
Enviado especial

 

La Catedral de San Basilio es el ícono de Moscú. Se la ve siempre en televisión, en películas, en revistas de viaje o como imagen decorativa de algún souvenir de la capital rusa.

Fue mandada construir por Iván el Terrible en 1554 obedeciendo a una promesa que había hecho años antes: levantaría un templo en el centro de Moscú si conseguía conquistar el Kanato de Kazan. La catedral fue consagrada el 12 de julio de 1561, aunque posteriormente fue ampliada en varias ocasiones.

En realidad, la misma está compuesta por nueve capillas independientes (foto), dedicadas a cada uno de los santos en cuyas festividades el zar ganó una batalla. Al construir la torre central, el conjunto aparece unificado. No obstante, ninguna es más importante que la otra, ya que todas guardan el mismo significado.

Dicen las leyendas que, como el resultado dejó absolutamente impresionado al zar, este decidió dejar ciego al arquitecto. Trataba así de que nunca más pudiera reproducir nada semejante. Sin embargo, esto parece ser sólo una leyenda, ya que incluso hay dudas de quién diseñó la joya.

 

 

Su nombre original es catedral de la "Intercesión de la Virgen junto al foso". Un nombre que hace referencia a la ubicación del templo, situado junto al foso el que sirvió de defensa del Kremlin hasta principios del siglo XIX.

San Basilio fue una figura reconocida en el país. Se decía que preveía el futuro, iba desnudo y descalzo por las calles y vivía de la caridad. Las particulares circunstancias que lo rodeaban hicieron creer a la gente que hacía milagros y que incluso despertaba el temor de Iván el Terrible.

De hecho, el zar mismo ordenó enterrarlo en la iglesia de Santa Trinidad. Sin embargo, años más tarde, otro zar (Fiodor Ivanovich) mandó a llevar sus restos a esta catedral y ordenó construir una capilla para albergarlos, motivo por el cual la iglesia lleva su nombre.