En familia. Miguel Pérez oriundo de Villa Corral junto a Leo Olivarez, Juan Pablo Stopa y Alexander González quienes viven en el albergue de Villa Nueva, compitieron de igual a igual en estos Juegos.

Viven a 220 kilómetros de la capital de San Juan. Exactamente a 45 kilómetros de Calingasta. Están muy lejos de tener lujos, tres de ellos ni siquiera tienen la dicha de vivir junto a sus familias durante la semana. Para ellos sus hermanos son sus compañeros, y sus profesores y celadores, son quienes cumplen el rol de papá y mamá. Leonardo Olivarez, Juan Pablo Stopa y Alexander González son oriundos de Villa Nueva, mientras que Miguel Pérez llegó desde Villa Corral, dos pueblitos calingastinos que llegaron a competir en los Juegos Intercolegiales y que sirvieron para dar una lección de inclusión.

Allí donde ellos residen la realidad es muy distinta a la de cualquier otro que compite en la pista de El Palomar. Pérez asiste a la escuela "Saturnino María de Laspiur" en Villa Corral. Mientras que el resto de los chicos, lo hace en la escuela albergue ubicada en la Villa Nueva, emplazada al costado del río el Castaño, a unos 45 kilómetros de la Villa Calingasta. El albergue "Álvarez Condarco" es el hogar que educa y contiene a más de una docena de chicos del humilde lugar. Allí las jornadas son extensas, el cursado es de 8.30 a 16.30 horas y luego los alumnos pasan al albergue donde residen de lunes a viernes. Son los celadores quienes cumplen el rol de madre, padre y hasta de doctor, debido a que el médico llega a Villa Nueva una vez a la semana. En el pueblo tampoco existe la telefonía celular, aunque desde hace poco la escuela cuenta con Internet, el único medio con el que se encuentran conectados al mundo.

Para ellos poder competir en un Intercolegial es una muestra de igualdad. Así lo señala Pilar Ribes, una de las profesoras que decidió cambiar su vida llevando su profesión al albergue. "Para ellos significa muchisimo poder estar acá, notan que tienen las mismas posibilidades que el resto. Para estos chicos es salir de su mundo por un día, olvidarse de todos los problemas que tienen. Es un pueblo que está muy alejado, los chicos no tienen contacto con demasiadas personas, quizás por eso les cuesta un poco poder socializar acá", comentó.

"Son muy humildes. Trabajamos mucho el autoestima porque viven en un lugar tan alejado que los hace pensar que no son iguales al resto. Para nosotros trabajar ahí es tratar de hacer un poquito mejor la vida de esos chicos", sostuvo Ribes. Los celadores también cumplen un papel fundamental: Graciela Quiroga y Mario Pizarro son quienes llegaron para acompañar y cuidar a los chicos.

Los cuatro chicos, de pocas palabras y ojos brillosos, compitieron en atletismo y en la pista de El Palomar demostraron todo su potencial. Luego se albergaron en un lujoso hotel de Santa Lucía, quizás con comodidades diferentes a las que ofrece el albergue. Los oriundos de la Villa Nueva y Villa Corral dejaron una gran enseñanza en estos Juegos y dieron la más clara muestra de inclusión.