“Ya se acerca Noche Buena... ya se acerca Navidad... para todas las gallinas... el regalo de papá”, cantaban los hinchas de Boca en la Plaza 25 de Mayo ayer cerca de las 21, tras la consagración del Xenieze. Eran más de 500 fanáticos los que daban la vuelta olímpica en el corazón de la provincia y que con sus cantos ensordecían al centro sanjuanino.

De a poco iban llegando, algunos caminando y otros en motos. Estos últimos se acomodaban al final de la caravana para acentuar con sus bocinas el bullicio que generaban los petardos, los bombos y las trompetas. Sin importar la misa de la Catedral, todos se instalaron en la puerta de la misma prendiendo vengalas y agitando las banderas azules y amarillas.

Más de cuarenta minutos duró el festival, como si estuvieran en la cancha, junto al equipo, cantando y festejando un nuevo título local. Como era de esperar, no faltaron las cargadas para el eterno rival: River Plate. Y no sólo las canciones demostraron la felicidad de los hinchas sino que también algunos ingeniosos llevaron carteles dedicados al Millonario. La típica “B” pintada de blanco con una línea roja fue una postal que llamó la atención.

Afiches con fantasmas también dijeron presentes en la fiesta que cualquier hincha quiere vivir.

La alegría era inexplicable. “Son hijos nuestros” comentaba un padre de familia. “Ya no somos el clásico” se agrandaba un muchacho con la camiseta de Boca y revoleando su bandera. Otros, con la voz ronca de tanto esfuerzo, decían: “Somos los más grande. River no existe”.

Si bien en la caravana la mayoría eran jóvenes, familias enteras y personas mayores también estuvieron presentes para alentar. Eso sí, no se animaron a introducirse en el epicentro de los festejos por temor a las bombas de estruendo que explotaban constantemente.

En el final, los policías que se encontraban en el lugar habilitaron las calles y los hinchas que estaban colgados de la infraestructura de la Catedral, junto a la banda gruesa de fanáticos, se retiraron de forma civilizada evitando los incidentes de años anteriores. No era para menos, después de tres años sin consagraciones, la fiesta debía ser en paz.