San Martín ya tiene DNI. Esa tal vez sea la certeza más firme después de una nueva victoria como local (la segunda consecutiva) en este nuevo paso por Primera División y eso no es poco en un fútbol como el de hoy al que cuesta encontrarle identidades a los equipos que apremiados por resultados y necesidades, nunca pueden consolidar un perfil. Y para este San Martín, la identidad que parecía ya ganada cuando el tándem Bueno-Figueroa era el símbolo futbolero y se desarmó con la lesión del uruguayo, reencontrar esa identidad era más que indispensable para apostar al crecimiento individual y colectivo. Contra Olimpo, este San Martín ya encontró su ADN porque juega, sabe lo que hace, propone una fórmula muy ofensiva y la trata de poner en cancha sea el que sea el que está enfrente. Velocidad, contragolpe, presión en la salida rival son los argumentos con los que San Martín volvió a ganar con absoluta autoridad en el Pueblo Viejo. La fórmula se está consolidando lentamente y los triunfos ayudan para terminar de armarla. Ese tal vez sea el gran triunfo de este presente de San Martín.

Lo ganó merecida y justamente. Un partido que en los papeles era ganable pero que debía ganarlo después de jugarlo, nunca antes. San Martín propuso desde el comienzo con la proyección de los volantes externos y el adelantamiento de los dos laterales (Iberbia y Gómez) con eso, ahogó la salida de Olimpo y empezó a generarle opciones después de los primeros 10 minutos en los que no encontró la precisión ideal para lastimarlo. Pero ya se veía lo que el Verdinegro quería: ser ofensivo, punzante. Le costó abrirlo pero después de ese primer gol de Figueroa, el partido fue el que quería jugar San Martín. Con más espacios para hacer pesar la contra veloz con todos los argumentos que tiene desde los volantes y hasta los defensores. Lo resolvió jugando a lo que propone y sin quedarse con las ganas para nada. San Martín sabe lo que propone, lo encarna y lo siente.