‘Llegar a mi casa, bañarme y descansar’… Eso era todo lo que quería y fue lo primero que el Pacman Fernández pensó apenas se escuchó el fallo que lo convertía en nuevo campeón mundial Gold, de la categoría Welter de la AMB. Asi de sencillo, con eso era suficiente. Se le cruzaron por su mente los tres durísimos meses de preparación, entrenamientos, rutinas y dietas repartidos entre Mendoza y San Juan. Se le cruzó el respaldo incondicional de todos los suyos, de su mamá, de sus hermanas, de sus hermanos, de sus hijos y de su novia. Todo fue una película que se pasó en dos segundos. Después sí, los festejos, el delirio. La esperada consagración tras 20 años de sacrificios y trabajo.
Pasó todo eso. Las luces, los flashes, la euforia. Ezequiel Fernández, el flamante campeón, tenía que volver a su barrio. Al San Francisco, en el corazón Oeste de Chimbas para volver a ser el de siempre, aunque algo era diferente: volvió campeón. El despertar del sábado fue más tarde, lejos del reloj que gobernó sus tiempos en estos últimos 90 días. El Pacman hizo lo que quería: se bañó, descanso ya en su casa. Al mediodía, la mesa familiar se agrandó como nunca y las milanesas a la napolitana coparon el almuerzo de los Fernández. Eso sí, el Pacman se dio el gustito de tomar gaseosa después de mucho tiempo. Simple, sencillo todo.

Quedó pendiente el asado y sobre el atardecer, todos a la Difunta Correa para agradecer y para compartir en la intimidad familiar un logro dedicado al gestor de todo esto: su papá.
Ya a la hora de las sensaciones, Ezequiel confesó muchos sentimientos pero una imagen lo remontó a aquellos inicios: ‘Cuando iba camino al ring, por el pasillo, se me vino a la mente la imagen de mi papá. El me inició en esto, el me marcó y lamentablemente no pudo disfrutar lo que tanto soñamos. Iba caminando y me decía que iba a la pelea de mi vida, a la que tantas veces imaginé. Entré al ring emocionado, sabiendo que no podía perder’.
Ya dentro de lo que fue la pelea, Pacman reconoce que fue muy duro su rival, el venezolano Caraballo: ‘Pura fibra y aunque no daba la impresión, pegaba duro. Los brazos me dolían cada vez que salía de la contra y me tiraba con todo. Pero creo que como se dio la pelea, se justificó todo el sacrificio de los tres meses entrenando a full, incluso los domingos. Iba a ser combate largo y tuve ese respaldo físico para aguantar el ritmo’.

Se viene el futuro. Inmediato y el más lejano. Para los dos, Fernández tiene sus planes: ‘En lo inmediato, descansar al menos un mes de entrenamientos y demás. Después retomar la rutina de preparación pero sin intensidad. En lo laboral, reincorporarme al camping del SEC tras la licencia sin goce de haberes que tuve y retomar la vida familiar rodeado de los que siempre me apoyaron como mi mamá, mis hermanos, mi novia y mis hijos. En lo deportivo, seguramente empezarán a aparecer opciones de peleas importantes. Teniendo el cinturón, cambian las condiciones y veremos que nos conviene más. Pero hay tiempo. Yo dije que si lograba ser campeón, hacía un par de peleas más y me retiraba pero veremos. Son 20 años en esto y todo tiene sus tiempos’.
A la hora de agradecer, el Pacman no se apartó de la lista de los que siempre creyeron: ‘Soy uno de los más chicos de los seis hermanos y ellos siempre estuvieron a mi lado. Fito que es el que empuja, el que exige, el que motiva. Mi vieja volvió a vivir por un trasplante de riñón donado por una de mis hermanas, siempre ha sido incondicional. Mi novia se bancó todo este proceso apoyandome en los momentos más críticos y mis hijos hicieron lo suyo a su manera para lograr esto tan lindo’.
Pasó la gran noche. La pelea de su vida se hizo realidad y tuvo el final feliz que toda su gente quería. Pero al Pacman, no le cambió nada ser campeón. Eligió volver a casa, comer sus milanesas y ser feliz con los suyos.

