Diego, siempre Diego. Eterno, único. Inolvidable. Como cada 30 de octubre, el mundo se detiene para recordarlo en su día, en su cumple. Y acá, en este rinconcito del planeta siempre habrá algo para que Maradona siga vivo, aunque sea en esos recuerdos, en esos pincelazos de fútbol, carisma y magia.

Y sin querer, Fabio Méndez, un sanjuanino de pura cepa, fanático de Sportivo Del Bono, amante del fútbol, ‘maradoniano’ de ley, terminó siendo el testigo de la última visita del 10 a San Juan. Fue en aquel tórrido enero del 2010, en la gira previa al Mundial de Sudáfrica, cuando Maradona llegó la la selección argentina para jugar en la cancha de San Martín contra Costa Rica. Aquel 26 de enero 2010, en un duelo amistoso como preparación rumbo al Mundial, Argentina se impuso por 3-2 ante los Ticos gracias a los goles convertidos por José Sosa, Guillermo Burdisso y Franco Jara.

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Y claro, la historia especial de Méndez se dio en el hotel, en tres contactos cara a cara con Diego que nunca más olvidará, quedando una vieja foto como fiel testigo. Una historia que merece ser contada como homenaje bien sanjuanino… Fabio, empleado del Del Bono Park, recibió órdenes precisas para estar a las órdenes del 10. Ya había llegado 5 días antes una avanzada de la empresa Santa Mónica, que organizaba la naciente Copa Argentina. Todo el hotel listo. Para la comida, tres mesas de ocho lugares para los 24 futbolistas, más una mesa larga para el cuerpo técnico, frente a un gran televisor. Llegó el momento y Fabio lo vive como si fuera hoy: ‘Me acuerdo que lo veía desde adentro, por las puertas de vidrios, encarando para el lobby. Medio rengueando, pero firme. Llegó a la sala, dijo un Buen Día sencillo, pero pasó algo inexplicable. Es como se que paró el mundo. Se congeló todo. A mi, de verdad hasta me temblaron las piernas. Un elegido, un tipo místico. Bromeó a la pasada con los jugadores me acuerdo, es más le cacheteó la cabeza a Clemente Rodríguez y fue a sentarse en la punta de la mesa. Comió un yogur de frutilla y justo en la tv pasaban sus goles. Yo no podía creerlo, verlo así en persona, tan cerca y dimensionar lo enorme que era’.

Ese fue el primer contacto de Fabio con el 10. Luego, ya se instalaron todos en las habitaciones y desde la 417, llegó el primer pedido. Diego quería edulcorantes, seis Coca Cola y ensalada de frutas. En el hotel todos sabía que Fabio era el elegido. Salió con la mesa de room service pero 10 metros antes de llegar a la habitación, lo frenó ‘Dady’ D’andrea, del staff del seleccionado. Se quedó con las ganas Méndez, pero bueno. Pasó no más de una hora y volvieron a pedir de la 417, esta vez más ensalada de frutas. Fabio llevó una poncjera llena y esta vez, si. Llegó a la puerta, se anunció y entró. Vio a Dios, al Diego en un sillón . No se animaba a hablarle pero estaba frente al mejor de todos. Se la jugó y le pidió una foto y algo más, la firma en una camiseta de su querido Del Bono.

Fueron dos palabras. Maradona gentil, accedió a la foto, estiró la camiseta en una mesita y dejó su firma. Fabio quedó marcado para siempre. Diego es Diego, vivo o dondé esté. Eso le quedó más que claro. Luego, llegó el partido, volvieron del estadio y todo fue vertiginoso. Lo vio irse, cruzaron miradas y nada más. Fabio había estado al lado del mejor. El resto, no importaba.

“Es tremendo lo que me generó. Un distinto. Me imaginaba cuantos millones de fotos tiene que haberse sacado y accedió a una más conmigo. Dejó ese puro a la mitad y seguramente hoy sería parte de cualquier museo. La camiseta de Del Bono se terminó extraviando porque ni siquiera era mía. Era de una amigo cerrajero de la Esquina Colorada que falleció hace poco. Pero jamás viví una cosa así. Yo estuve a su servicio por instrucciones puntuales de Hugo Di Bernardo, el me hizo vivir eso tan lindo. Y por mi trabajo pude atender a figuras como Chayanne, Luis Miguel, Cristian Castro y varios más, pero ninguno como el 10″, cerró Fabio, el privilegiado testigo del último paso de Maradona por San Juan.