Franco Colapinto está en la Argentina tras una extenuante temporada en la Fórmula 1 en su primer año con Alpine y recarga pilas para lo que será un exigente 2026. En la ciudad bonaerense de Pilar, donde nació y se mueve como pez en el agua, el pibe de 22 años se muestra con total naturalidad y es uno más, aunque en realidad sea uno de los 22 privilegiados que pueden subirse a un coche de la máxima categoría del automovilismo mundial.

El piloto regresó a la Argentina tras completar la temporada 2025 de la Fórmula 1 con Alpine y aprovecha el receso para bajar un cambio antes de iniciar la preparación para el próximo año. En sus primeras horas en el país, Colapinto combinó relax y vida social, ya que asistió a un recital de Airbag, jugó al pádel con el exfutbolista Carlos Tevez y compartió una cena con su amigo Bizarrap.

Sin embargo, en las últimas horas sorprendió con una aparición lejos de los flashes al viajar a San Andrés de Giles, una localidad bonaerense ubicada a unos 60 kilómetros de su ciudad natal. Allí se movió con total naturalidad junto a su familia y, acompañado por su padre Aníbal Colapinto, ingresó a un supermercado del pueblo, donde generó revuelo entre empleados y clientes.

Colapa es de carne y hueso, señores. Y lejos del lujo y el jet set que rodean a su colega y campeón Lando Norris, que vacaciona en un exclusivo centro de esquí francés, Franquito bebe leche chocolatada mientras se saca selfies con la muchachada en plena calle o va a la carnicería que vende el osobuco a 13.000 pesos el kilo para retratarse con el carnicero en el que compraba las milanesas cuando su mamá lo mandaba a hacer algún mandado.
Atento, como cuidando el bolsillo por los precios de los diversos cortes, se lo vio al corredor de Fórmula 1 junto con su padre y el changuito de las compras en el supermercadito barrial.