No será un partido más para el mundo de San Martín. Este sábado, contra Lanús y contra las cuerdas, al Verdinegro solo le servirá ganar contra el Granate, repitiendo aquella historia que se vivió en mayo de 1992 cuando San Martín tenía que ganarle al líder del Nacional B de ese momento, para sostener las aspiraciones de permanencia en la divisional. Y claro, así fue. Con un gol de Pablo Saavedra, lateral derecho, en el arco Sur, San Martín ganó 1-0 sobre aquel Granate que armó Miguel Russo, que tenía nombres tremendos como Héctor Enrique, el Pampa Gambier, Urraca González, Darío Kuzemka, Rubén Aguero, entre otros.

Pasaron ya 33 años y la vida siguió para todos. San Martín terminó descendiendo para regresar en 1995 al Nacional B. Lanús ascendió a Primera y comenzó un ciclo ganador que lo hizo campeón y hoy protagonista, sabiendo que llegará este sábado a San Juan como finalista de la Copa Sudamericana. Es historia y dentro de esa historia está Pablo Fabián Saavedra. Nacido y formado en San Martín. Capitán en aquella campaña del 95 que terminó en ascenso. Referente Verdinegro, fanático. Estuvo en Inferiores luego del retiro y hoy, recuperándose del durísimo trance de estar peleando contra un cáncer de colón que tiene controlado, regresó su rutina en la Secretaria de Deportes, como profe en la Ciudad del Sol, además de coordinar Pulguitas, su escuelita de fútbol y de dirigir a Pater Famili en la Liga de Profesionales. En todo ese trajín, Pablo se detiene para hablar de este momento, de aquel otro momento y de todo lo que es San Martín.

 

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‘En el 92 veníamos golpeados. Peleabamos el descenso con Maipú y Central Córdoba de Santiago. Quedaban tres fechas y llegó a San Juan el puntero. Un Lanús que dirigía Miguel Russo y tenía tremendos nombres. Aguero, Gambier, Enrique, Kuzemka, todos buenos. Uno los había visto por tele y ahora, los teníamos en la cancha. Fue duro ese partido pero me tocó convertir en una proyección al arco Sur, lo festejé como loco. Después, de locales otra vez, perdimos en la fecha siguiente con Talleres de Remedios de Escalada y fue descenso. Pero me quedó grabado ese gol. Era el primero mío en el Nacional B y contra el líder. Ese día San Martín demostró que podía. Y ahora, tendrá que ser lo mismo. Esa es mi ilusión’, abre Pablo sabiendo que está volviendo a su normalidad tras un año durísimo de tratamientos y sesiones de quimioterapia.

El momento de San Martín es crítico. Es todo o nada y Saavedra sabe lo que se vive en la pelea contra el descenso: ‘Es duro todo. Tal vez a mi me golpeó más porque amo San Martín, me crie, me forme y vivi todo en el club. Ese sentimiento de pertenencia me hizo tal vez asimilar más fuerte todo ese proceso. Pero ahora los jugadores del actual plantel saben de esa presión y si bien no tienen ese sentimiento de ser productos del club, seguramente están sintiendo el momento. Tienen calidad, hay una esperanza y deben aferrarse a eso’.

Sufrió y sufre por San Martín. Recuerda que la primera vez que lloró como hinchha fue en aquel desempate con Racing de Córdoba en La Plata, cuando San Martín esquivó el descenso con un gol de Piersimone: ‘Iba en el auto y cuando sentí en la radio que se había terminado el partido y que San Martín se quedaba en la B Nacional, estacioné al costado y lloré como un niño. Ahí comprobé todo lo que es el club para mí’.

 

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Ahora, Pablo está en el momento de la madurez. Disfrutando cada instante de su familia. De Eliana, su esposa y compañera. De sus hijos, Valentin, Sara, Maria Paula y Martina. De la vida y de volver al trabajo. Es más, con el alta en la mano, viajará este fin de semana a Chile para trabajar en los Binacionales del Maule, repitiendo ya una rutina en la Secretaría de Deportes: ‘Ha sido un año de aprendizaje, de enseñanzas, de valoración. Se dio esta prueba con mi salud y salimos adelante. Todos juntos como familia. Valoro cada cosa en su justa medida y ese debe ser el mensaje que quede. Siempre se puede y en el fútbol, como en la vida, todo se puede. San Martín sabe lo que es eso y seguramente todo terminará con el mejor final’.