Manny Mizael cambió Brasil por Boston hace 27 años, pero su pasión por un equipo de fútbol a casi 8000 kilómetros de distancia, en Río de Janeiro, arde con más fuerza que nunca.

Tanto es así que Mizael ayuda a dirigir un club de aficionados en Massachusetts para el equipo, el Flamengo, uno de los más populares de Brasil. Su grupo organiza regularmente proyecciones de partidos que atraen a cientos de seguidores.

Pero este año, los grupos de WhatsApp de los aficionados empezaron a encenderse con charlas sobre la represión de la inmigración por parte del gobierno del presidente Donald Trump casi tanto como sobre las victorias más recientes del Flamengo. Los temores eran tan intensos que el grupo suspendió una fiesta para ver un partido en febrero, dijo Mizael, por temor a convertirse en el objetivo de una redada de inmigración. Muchos de los seguidores no son originarios de Estados Unidos y carecen de estatus legal.

“Están agarrando a la gente en la calle y deteniéndola”, dijo Mizael. “Decidimos no hacer el partido porque pensamos que podría arruinar la vida de mucha gente”.

Las políticas de Trump y el fútbol
La cancelación fue un adelanto de cómo las políticas de inmigración del presidente Trump se perfilan para afectar al Mundial del próximo año, el acontecimiento deportivo más visto. Se espera que atraiga a unos 6,5 millones de personas, muchos a Estados Unidos, donde se disputarán la mayoría de los partidos. (Canadá y México son coanfitriones del torneo). Los aficionados suelen hacer todo lo posible para viajar una vez en la vida a la Copa, y gastan años de ahorros o posponen compras importantes, como vivienda, para pagar el viaje.

Para algunos, la posibilidad de ese viaje ya podría estar condenada. Los tiempos de espera para obtener una visa para varios países —entre ellos Colombia, cuyos seguidores suelen asistir en gran cantidad a los Mundiales— se extienden más allá del torneo del próximo verano. Irán, el primer equipo de Asia clasificado para el Mundial, está en la lista de 12 países a los que Trump prohibió la entrada. Hizo una excepción para los atletas y el personal de la Copa y otros acontecimientos deportivos, pero no para los hinchas.

En los últimos torneos celebrados en Rusia y Qatar, los países anfitriones y la FIFA acordaron un programa de exención de visados para la mayoría de las personas que tuvieran entradas. No se ha establecido nada similar para el próximo verano.

Las duras políticas de inmigración del gobierno de Trump también han afectado a la contratación de personal para la Copa, según dos personas con conocimiento directo del asunto. La FIFA suele emplear a contratistas con experiencia en grandes acontecimientos complejos, como los Juegos Olímpicos, para que ayuden a organizar el torneo. Para la Copa de 2026, ese proceso ha resultado más difícil de lo habitual, incluso el gobierno ha rechazado algunas solicitudes de visado y ha preguntado por qué la FIFA no puede contratar a estadounidenses para el trabajo, según un funcionario del fútbol informado sobre la planificación.