Un día después que se conociera el procesamiento contra Sergio Fernández Santa Lucía (28) y su padre Federico Cecilio Fernández Gizzi (54) por el brutal asesinato a puntazos del abogado Francisco Sirera, ocurrido el 19 de mayo pasado en Trinidad, Capital; por primera vez habló la esposa del letrado. Yaqueline Morino de Sirera dijo sentirse desconcertada tras enterarse que el juez Guillermo Adárvez calificó el crimen como homicidio simple y afirmó: ‘para mi es una cargada. Acá hubo alevosía y premeditación’. También defendió a su marido, aseguró que nunca tuvo amistad con los Fernández y que fueron éstos los que lo perjudicaron. Quebrada, relató cómo vio morir a su marido y sostuvo que junto a sus tres hijos continúan destrozados.
-¿Cómo recibió el procesamiento de los Fernández?
-Que me digan que fue homicidio simple, para mí es una cargada. Realmente me están cargando. Acá hubo alevosía y premeditación. A mi marido lo esperaron y lo mataron fríamente de 14 puñaladas en la puerta de mi casa. Le dieron puntazos en la espalda, los pulmones y hasta en las piernas ¿y me va a decir que fue un homicidio simple? ¿Acaso estas personas no pensaron lo que hicieron?, ni a un animal se le hace esto. Estoy desconcertada. Y si tengo que apelar con el abogado para que cambien la calificación, lo voy a hacer.
-¿Para usted, padre e hijo tienen la misma responsabilidad?
– Los dos son exactamente iguales. No sé cómo se puede llamar padre a un hombre que manda a su hijo a matar a un inocente y que lo espera en una esquina. Y si tengo que hablar del hijo, él actuó con ensañamiento. Le dio 14 puñaladas a mi marido, si con una sola bastaba. Esta gente no se merece estar en la calle.
-¿Cómo era la relación de su marido con los acusados?
– No hubo ninguna amistad. Porque ellos nos perjudicaron a nosotros. Mi marido le llevó a Fernández una camioneta Land Rover para que la arreglara, pero resulta que gastamos 20 mil pesos y a los 2 meses se nos fundió. También le dejó un auto y le sacó hasta el motor, que desapareció. Entonces, mi marido estaba detrás de ellos para cobrarles por el daño tan grande que nos hicieron. Y aclaro, mi marido nunca defendió al hijo de Fernández (por el condenado por abuso sexual) porque se apartó cuando se enteró de la causa que tenía.
-Pero existe esa causa civil donde Sirera los patrocinaba.
-Sé que mi marido los ayudó a frenar un embargo, nada más. Y después mi marido se unió a otros abogados que también querían cobrarle a los Fernández por las deudas que tenían. Mi marido le decía: arreglá, arreglá porque van a rematar la casa de tu mamá. ¿Pero qué iban a arreglar?, si son unos delincuentes.
¿Se acuerda lo que pasó la noche del crimen?
– No me voy a olvidar nunca. Lo vi llegar con el auto y, por un presentimiento o el instinto de esposa, me vine al comedor. Ahí escuché que hablaba con alguien, pero no veía a nadie por la ventana. No hubo discusión ni muchos gritos. Mi marido nos amaba, sabía que adentro estábamos yo y mi hija, por eso no pidió ayuda y no nos quiso exponer. Lo único que escuché fue un ‘¡ay!’ desgarrador, de mucho dolor. Entonces salí corriendo y vi a mi marido enganchado en la reja. Por cosas de Dios, miré a la derecha e identifiqué al hijo Fernández que se iba caminando como si nada hubiese ocurrido. Me di la vuelta, e inmediatamente alcé a Paco en mis brazos. No vi la sangre, pero se me desvaneció encima y caímos juntos. Lo acomodé en el cordón y lo tuve en mis brazos. Cuando le levanté la ropa, vi la camiseta, su Cruz y su Rosario llenos de sangre. Ahí le ví las heridas en el corazón y otra en el pecho. Tenía más heridas porque yo estaba en el piso y mis piernas estaban todas ensangrentadas. Él ya no hablaba y me di cuenta que no había salida, entonces lo abracé y me despedí. Lo dije que siguiera el camino que había comenzado, ese camino de luz. Y que por nosotros no se hiciera problema, que la Virgen María nos iba a ayudar a hacer justicia por lo que le habían hecho.
-¿Siente odio contra ellos?
-Soy catequista. No les tengo odio, tengo una paz interior que es inentendible. Lo que sí tengo es un dolor desgarrador por mi marido. A mí me llevaron el alma. Miren mi casa, no tengo lujos, pero éramos felices y unidos. Y nos llevaron el eje de este hogar y acá todos estamos como que lanzaron una bomba y quedaron las esquirlas. Nos estábamos levantando cada uno como puede y Dios está en el medio.
-¿Tiene miedo?
-No tengo miedo, ni mis hijos tampoco. No tengo miedo por decir la verdad. Y si me pasa algo es por una causa justa, defendí a mi esposo.
Yo me llamé al silencio, pero llegó el momento de hablar por mi marido, él no se puede defender. Fuimos compañeros de la vida por 27 años y lo conocía. Trataron de ensuciar su nombre vinculándolo a la droga, a la trata de blancas o algunas estafas, pero voy a limpiar su honor. Él era misionero y los que lo conocían saben quién era Paco. El era un abogado que molestaba mucho, defendía el medio ambiente y le gustaba las causas justas. Ese es el mejor recuerdo que dejó a sus hijos. Y por eso vamos a buscar justicia, pero una justicia profunda.

