En el punto más crítico de su dramática vida, cuando veía que no conseguiría respuestas de su mamá, porque la mujer también era otra víctima del violento trato de su papá (hoy de 58 años), la niña, entonces de 14 años, probó con la más nefasta de las salidas: su propia muerte. Tomó un frasco de las pastillas que usaba su madre para poder dormir en la tregua que le ofrecían las noches, y se lo tomó completo. Sobrevivió, pero su adolescencia para entonces ya era puro descontrol: a propósito, buscó evadirse del trauma de ser abusada por su padre, en el consumo de drogas y las juntadas con amigos. Pero el daño ya estaba hecho y cada tanto terminaba envuelta en llanto, cortándose los brazos, renegando de su existencia. Hasta que en una de las tantas noches de enfrentarse a su padre, el violento sujeto la bañó con agua fría en pleno invierno. Huyó por enésima vez y se refugió en la casa de una amiga, donde al fin destiló algo de su dolorosa y traumática relación paternal. Fue en ese momento que la madre de esa amiga, la animó y la acompañó a denunciar, el 14 de julio de 2017.

Ya ante una psicóloga del Poder Judicial, detalló que no sabía qué hacer para superar esa etapa entre los 5 y los 12 años, en que su padre se metía todas las noches a la cama donde ella dormía con su madre y aprovechaba que la mujer estaba dopada para manosearla y someterla a otras prácticas que no llegaron a la violación. La amenaza con matar a su mamá, a ella misma o alguno de sus hermanos, actuaban como una efectiva mordaza.

Después de la denuncia, ocurrieron otras situaciones igual de peores: su propia madre, presionada por el sujeto, la desmintió y trató de desacreditarla, aunque luego se arrepintió y declaró que lo que decía su hija era cierto, que su marido era un sujeto muy violento y sometía a todos en la casa.

Aquella fractura en la relación con el agresivo sujeto, derivó en otra reacción inesperada de ese hombre. Según el expediente, el 27 de junio de 2018, cerca de las 20, cuando su hija transitaba en bicicleta por una calle de Caucete, la embistió en su auto, amagó con fugarse, pero frenó, se volvió y le dijo: "te voy a matar... esto es un aviso nada más". Y partió.

Para entonces ya tenía prohibido acercarse a menos de 300 metros de la chica. Además, había sido excluido de su casa porque su mujer se había animado al fin a denunciarlo, luego de una de las tantas golpizas que le había dado.

Todas las evidencias jugaron entonces en contra de ese hombre, que terminó preso. Y así llegó a juicio en la Sala I de la Cámara Penal. Allí, el acusado (no mencionado para preservar a su hija) decidió que lo mejor era admitir su autoría en el delito de abuso sexual simple reiterado, agravado por el vínculo contra su hija menor. Y por medio de su abogado Marcelo Sández, acordó un juicio abreviado con la fiscal Marcela Torres, en el que declaró su intención de cumplir 4 años y 6 meses de cárcel, dijeron fuentes judiciales.

Ese acuerdo ya fue ratificado ante el juez de la Sala I de la Cámara Penal, Juan Carlos Caballero Vidal (h), que ahora deberá decidir si acepta o no el acuerdo y, si lo hace, resolver cuál será el castigo a imponer al confeso abusador violento.