Audaz. En esas repisas de vidrio estaban los más de 10 relojes que la víctima coleccionaba. Según la mujer, uno había sido de un hermano de Hitler. Uno de los sujetos, mientras ella no lo veía, los sacó.

Les hizo señas para que pararan la camioneta y los invitó a pasar, esperanzada en que podría venderles unos viejos matafuegos de cobre con bronce. Con ese dinero la pensionada Mirta Rojo (83, nacida en Buenos Aires) pensaba comprar los medicamentos que necesita para su disritmia cerebral, epilepsia, gastroenterocolitis crónica y sus problemas cardiacos. Lo que nunca imaginó fue que los cirujas le terminarían robando una colección de más de 10 relojes antiguos, uno de los cuales, según la mujer, era de un hermano del dictador y criminal alemán Adolf Hitler. "Era de oro puro, tipo despertador pero en miniatura, con campanitas a los costados. Fue pasando por varias generaciones hasta que lo heredó mi esposo (fallecido), él era judío", dijo Rojo, quien calculó que todos tenían un valor de más de $150.000.

Todo ocurrió pasadas las 14 del último viernes, cuando Rojo hizo pasar a dos sujetos a su casa de La Cañada, en Albardón, ubicada en la calle Sarmiento, cerca de Catamarca. No recuerda en qué camioneta andaban, sí que uno era un hombre mayor y otro un joven (le dijeron que tenían 50 y 18 años, y que eran de Caucete). Según su denuncia, mientras ella le mostraba al mayor los antiguos matafuegos que estaban en una despensa, el muchacho aprovechó que nadie lo veía y sacó los valiosos relojes que estaban en unas repisas del comedor. Los mismos tenían diferentes tamaños, eran todos de colección y la mayoría tenía más de 100 años, afirmó la damnificada.

Indignada. Mirta Rojo no aguantó el llanto cuando recordó que hasta les preparó sánguches porque le dijeron que no habían almorzado. "Se aprovecharon de mi confianza", dijo entre sollozos.


"A mí me acompañó el hombre y el pibe quedó solo en la cocina. Entre ellos adentro no se hablaron, salvo que se hayan hecho alguna seña y yo no me di cuenta. Cuando salimos para el comedor vi que el pibe se había ido para la camioneta", comentó la víctima.

El hombre al final le dijo que no le interesaba lo que le quería vender. Y regresaron al comedor, pero Rojo en ese momento no se dio cuenta de que faltaban los relojes. Es más, hasta les preparó unos sánguches de queso y les dio una bebida saborizada porque le dijeron que no habían almorzado. Y ellos partieron.

Recién a la mañana siguiente, cerca de las 10.30, la mujer se dio cuenta que en la repisa faltaban varios relojes. "Cuando vine del almacén quise ver qué hora era y ahí me di cuenta que no estaba un farol a querosene que en el medio tenía una malla de plata, que en ese yo veía siempre la hora", dijo. De inmediato se acordó de lo del día anterior y llamó a la Policía.

"Yo soy muy confiada y sé que está mal. Demasiado desconfié en Buenos Aires, entonces no quiero que eso me pase acá. Lloro de impotencia, duele mucho lo que me hicieron porque yo les dije que quería vender los matafuegos porque no me alcanza para los remedios", se quejó entre lágrimas, mientras mostraba una cajonera llena de medicamentos y parches que se pone en la columna para poder caminar. En esa parte le pusieron clavos tras un accidente que sufrió en Buenos Aires hace 22 años. "Realmente no me alcanza. De la pensión me descuentan una barbaridad por unos préstamos que pedí el año pasado para hacerme unos estudios porque me dijeron que podía tener cáncer en los intestinos. Pero bueno, hay que seguir, no bajo los brazos...", concluyó.