Contundente resultó para el juez el informe psicológico sobre el tremendo daño que le dejaron los abusos sexuales a la víctima.

Tenía 16 años cuando decidió irse de su casa. Un novio fue la más oportuna excusa para proteger su integridad, para salvarse, literalmente. Aquella fuga, de hecho, tenía una razón oculta de mucho mayor peso: ponerle fin a 6 años de violaciones continuadas a los que la había sometido su tío, un sujeto de 39 años que, a la vez, es su padrastro porque formó pareja con su mamá. Para entonces el daño ya estaba hecho: le costó (y aún le cuesta) intimar con su pareja, sufre pesadillas, se siente insegura, depresiva, vacía, apática, con baja autoestima, se retrae, se aisla. Está en constante alerta, se irrita, tiene miedo a relacionarse con otros. El malestar presenta también reales manifestaciones orgánicas, como sudoración, palpitaciones, dolores en el cuerpo.

Tanto fue el daño que le dejaron esos abusos sufridos al menos una vez por semana sin poder decir nada a causa de las amenazas y el miedo a que su familia se desintegrara, que su psiquis apeló a la desafectivización, a disociar situaciones traumáticas y negarlas para poder sobrevivir.

El punto extremo de sus mecanismos de supervivencia -explicó un psicólogo- fue buscar hacerse invisible, pasar desapercibida, adoptando una apariencia masculina como mecanismo de autoprotección. Vestirse y querer asemejarse a un varón, autoagredirse cortándose su cabellera (lo más preciado para ella), fue el modo para protegerse y transformarse en una persona y no en un objeto.

Una prima fue la primera en conocer que había empezado a ser manoseada cuando tenía 8 años y que, dos años después, empezó a ser violada sistemáticamente una vez por semana hasta que tuvo 16 años y se fue de su casa en Rawson, la misma a la que volvió después a pedido de su mamá.

En ese regreso hubo una tregua con su abusador, hasta la madrugada del 13 de agosto pasado (ya con 19 años), cuando se levantó al baño y su padrastro la interceptó en el comedor y la manoseó. Ella se opuso y decidió que ya era hora de hablar. Se lo dijo a su prima, también a su pareja y luego a su mamá.

Y el 20 de agosto denunció a ese jornalero que días antes, al ser confrontado por la víctima y su madre, buscó desvirtuar todo con una sonrisa y un descalificador: "Está loca esta".

El sujeto fue detenido luego por orden del juez Alberto Benito Ortiz (Primer Juzgado de Instrucción) ante el cual se negó a declarar. Pero sus problemas con la Justicia se complicaron con la prueba que ordenó producir el magistrado. Y días atrás fue procesado con prisión preventiva por abuso sexual con acceso carnal, agravado por la situación de convivencia, dijeron fuentes judiciales. La pena mínima por ese delito es de 8 años de cárcel.