Viajar a Santiago del Estero a dejar cal, pasar hasta Tucumán a cargar papas para las dos ferias provinciales y pegar la vuelta. Esa había sido la rutina de los dos últimos viajes de Oscar en sus 8 años de camionero, siempre sin sobresaltos. Hasta ayer, cuando lo tentó la desgracia. El joven recordó que antes de las 6 de la mañana, en la cima de la renombrada "Cuesta de las Vacas", en Caucete, el pie a fondo en los frenos del Fiat Iveco no dio la respuesta que esperaba y entonces tuvo que resolver qué hacer, a mil, porque el camión se le iba en descenso, sin remedio. Cortó por dentro en la primera curva, se metió al asfalto y enfiló hacia la loma, convencido de que allí frenaría. Hasta se sacó los lentes y el cinturón para saltar, pero a último momento pensó que el camión lo aplastaría contra la loma y le dio miedo. Y se arrepintió. Y se quedó. Y empezó a los tumbos con el camión hasta que despertó, aprisionado entre los hierros de la cabina. Vivo, milagrosamente vivo.

"Me quedé sin frenos, se me rompió el compresor y el camión se me fue… pasó el camión por arriba mío y ni me enteré cuando terminé enroscado en los hierros. Fue todo muy rápido y la verdad es que no sé como puedo estar acá (aún vivo)", decía ayer Oscar Quiroga (27 años, padre de cinco chicos) en Urgencia del hospital Guillermo Rawson, donde se reponía de varios golpes y pequeños cortes que, sin embargo, no ponían en riesgo su vida, dijeron fuentes policiales.

Todo pasó a la altura del kilómetro 187 de la ruta 141 de esa conocida cuesta con curvas y contracurvas en descenso. Cuando el camión frenó su marcha, la mayoría de los 28.500 kilos de papa con los que había salido en la siesta del sábado de Tucumán, estaban esparcidos en la calle y la banquina.

Fue una desgracia con suerte. Y no sólo para Quiroga: vecinos de Vallecito y decenas de los habituales turistas que visitan la Difunta Correa en ese paraje, se hacían lugar ayer hasta en sus motos para llevarse algo de la esparcida carga. "Estan muy caras para que se pierdan", decía un transeunte, con las manos llenas de papas.