La misma condición sexual de las víctimas. La misma arma usada para terminas con sus días: un cuchillo. El mismo modus operandi: letales puntazos en el cuello, incluso en dos de los casos existe otra coincidencia, el número de heridas mortales en esa zona del cuerpo: tres. La repetición de esos patrones homicidas hacían sospechar ayer a los pesquisas policiales y judiciales, que Claudio Javier Gil (41) el sujeto detenido por policías de Homicidios la noche del miércoles en el barrio Palermo, Capital, puede ser un asesino en serie.
Tal como anticipó DIARIO DE CUYO, este sujeto está seriamente complicado en el crimen del pensionado Jorge Espínola (85), asesinado de tres cuchillazos en el cuello entre la noche del jueves y la madrugada del viernes pasado en el departamento que alquilaba en el barrio Camus, Rivadavia. Y también en el del chef Carlos Echegaray (47) muerto de ocho cuchillazos (los mortales en el cuello) entre la noche del 6 y la madrugada del 7 de enero pasado en su casa de Estados Unidos al 326 Sur, Capital.
Fue precisamente por ese particular modo de matar a Espínola y Echegaray, que ayer comenzaron a sospechar de Gil en otro caso similar: el homicidio del enfermero Omar Alfredo Olivares (47) muerto de 19 puntazos (llamativamente también con tres letales en el cuello) entre la tarde del 13 y la madrugada del 14 de octubre de 2009 en su casa del barrio Frondizi, Capital.
CAYÓ POR ESCUCHAS
Habían sido las escuchas telefónicas ordenadas por el juez de Instrucción Maximiliano Blejman, lo que llevó a la captura de Gil por los crímenes del pensionado y el chef, en la casa que habita con su madre en Echeverría al 118 Sur, en el barrio Palermo, Capital.
Al chef le habían robado su teléfono Blackberry cuando lo mataron. Pero cuando peritaron su línea, saltaron al menos 15 contactos con un número desconocido el día de su muerte, dijeron fuentes judiciales.
Las escuchas ordenadas por el magistrado, revelaron pronto la ubicación del poseedor de ese número y algo mucho más revelador: conversaciones con el asesinado Jorge Luis Espínola.
LAS PRUEBAS
Cuando el juez Blejman ordenó allanar la casa de Gil, los pesquisas encontraron al sospechoso cerca de su domicilio. Y una vez adentro, se toparon con pruebas mucho más contundentes, como el teléfono marca Motorola del anciano asesinado y un par de zapatillas cuyas suelas encajarían con las huellas levantadas en el departamento de Espínola. Además, ese calzado tendría manchas de sangre, dijeron fuentes de la investigación.
Otra evidencia fundamental para el caso, fue el secuestro del teléfono Blackberry del chef: lo tenía el padre de la novia del hijo del detenido. Y ese hombre no habría dudado en decir que al aparato se lo vendió su consuegro, Gil, en el mes de enero pasado, luego del crimen, precisaron.
Así, Gil pasó también a estar implicado en el homicidio de Echegaray, por el cual ya está detenido Daniel Fernando Illanes (32).
HARÁN ADN
Un cotejo de huellas dactilares levantadas en la casa que habitaba el anciano. El de las zapatillas de Gil con las marcas de calzado encontradas en la misma escena del crimen. Y sobre todo la comparación de su ADN con el de los restos genéticos recabados en las casas del pensionado y el chef, definirán la suerte de este sujeto.
Justamente esos análisis de ADN dirán si tiene o no relación con el crimen del enfermero Olivares. Fuentes judiciales aseguraron ayer que el juez de ese caso, Guillermo Adárvez, pedirá muestras del detenido, para hacer un examen pericial con los restos genéticos encontrados en la casa de esa víctima aquel 14 de octubre de 2009, cuando lo encontraron muerto.

