Era volver, después de 15 días, para estar con amigos, con la familia, con la madre por su día, aunque sea sábado y domingo antes de emprender otros 15 de días de duro trabajo haciendo gaviones, esos contenedores de piedras retenidos con alambres generalmente puestos en las orillas de ríos. Charla, música, distensión, eran la dominante en ese micro repleto de obreros que volvían a casa en Chimbas desde Calingasta la noche del viernes.
Hasta que el viaje empezó a dar sus más graves señales de lo que vendría. Se percató de ellas Marcelo Javier Cortez (39 años, padre de 7 chicos), cuando vio que el chofer Juan Gabriel Páez (41) manipulaba nerviosamente la palanca de cambios y empujaba una y otra vez el pedal del freno, sin respuesta, en plena cuesta abajo por la ruta 149 a 3 km del empalme con la 436, en Ullum. ‘Tirate a la orilla‘, le gritaron más de una vez. Habían pasado unos minutos de las 22 y para entonces la tensión se apoderaba de esos humildes obreros, al ver la endemoniada y acelerada marcha del micro sin retorno. Ahí surgieron los desesperados últimos consejos: “¡Pongan las rodillas entre los asientos, agárrense!‘ les dije, porque íbamos derecho para abajo”, contó ayer Cortez, shockeado.
Después de pasar de largo en el empalme, la situación empeoró porque en el interior de ese micro Mercedes Benz de ‘Transportes Gallardo‘ iba una rueda de auxilio que rebotó sin remedio entre las paredes del vehículo y los cuerpos de los pasajeros. Unos 50 metros después, cuando el colectivo se encajó entre los barrancos del lecho del río, lo que muchos temían era una realidad irreversible. Y el mismo Marcelo Cortez comprobó en persona el doloroso final de ese accidente.
‘Rompí los vidrios como pude para salir y empecé a sacar gente como pude‘, relató el obrero. En esa improvisada tarea de rescate, a la que se sumaron otros compañeros, pudo ver a su hermanastro Pascual Bazán (53) que salió despedido y estaba gravemente herido en el piso. Y dentro del micro halló a su padre Segundo Alejandro Cortez (66), pero ahí lo sorprendió una amarga sorpresa: el cuerpo del hombre yacía sin vida entre los destruidos hierros del frente del vehículo.
Segundo Cortez había pasado su vida haciendo gaviones y, según su familia, era el capataz, el hombre de confianza de la empresa ‘Ecotrans’ (subcontratista de ‘Eclesur’) que armaba las cuadrillas para esos trabajos de defensa para el tendido eléctrico de unos 95 km que une Iglesia con Calingasta.
Pero ahí no terminarían las peores noticias. Pascual pudo ser trasladado hasta arriba, hasta el cruce de las rutas, pero murió mientras era auxiliado por un grupo de estudiantes del último año de medicina de la Universidad Católica de Cuyo que habían ido de visita a la mina de Veladero y se toparon con el siniestro.
Lo demás fue desesperación y más desgracia, porque esos estudiantes, personal de las ambulancias y la Policía constataron que además de Bazán y Cortez, habían perdido la vida un vecino suyo en la chimbera Villa Unión, Miguel Angel Alvarez (38) y el otro chofer de la firma, Luis Miguel Palma (38, empleado del municipio de Chimbas).
Ayer, uno de los 27 heridos que sobrevivieron al tremendo impacto estaba internado en muy grave estado en el Hospital Rawson. Otros 7 terminaron con quebraduras, pero estaban fuera de peligro. En la Seccional 18va. de Albardón reunían pruebas para ver cómo cierra la investigación.

