La madrugada se encaminaba a terminar bien para José Salinas (54). Luego de pasar la noche cuidando a su padre con incipientes problemas mentales, volvía a su casa de la calle Güemes en la Villa San Juan, Rawson, para enganchar el carro y partir a la feria con su esposa Sandra Correa (49) a buscar la mercadería para su almacén. Luego de cruzar el saludo de rigor con su señora, le avisó que se iba a lavar los dientes y en eso estaba cuando escuchó gritos dentro de su casa. Apenas salió lo recibieron con un cuchillo apuntándole el cuello y la amenaza de que no hiciera nada. Antes de que le cubrieran la cabeza con una campera y lo arrojaran al piso para atarle las manos con alambre, alcanzó a ver a su hijo también atado en el piso entre la cocina y el comedor. Y enseguida supo que su señora había corrido la misma suerte.
Eran las 6.15 cuando esos tres sujetos con sus rostros cubiertos y empuñando un revólver, una pistola y un cuchillo, controlaron a los tres miembros de la familia y empezaron a revolver todo en busca de plata. Según José, los ladrones demoraron entre 10 y 15 minutos buscando y al final se fueron sólo con su celular y los $13.000 que tenía para pagar a los proveedores de su comercio.
Según los Salinas, en pleno golpe su hija escuchó todo, se encerró con llave y llamó tres veces al 911 sin obtener respuesta, hasta que llamó a su abuela materna y ella sí consiguió avisar del robo. Sin embargo cuando llegó la Policía, los ladrones ya habían escapado.
‘Para mí fue al voleo y se fueron con la plata y mi teléfono porque les dije que llegaba el panadero. Nunca nos pasó algo así y espero que sea la última. Agradezco que no estuvieran drogados o borrachos porque a mi mujer, que no se quedaba callada, tal vez le hubiera ido peor. Quisiera que a la comisaría (28va) le den más medios… Tienen dos vehículos y es muy grande la zona para patrullar’, dijo Salinas.