El changarín confesó, en un juicio abreviado con la fiscal Leticia Ferrón de Rago, los graves delitos contra sus hijas. El juez Ernesto Kerman lo condenó ayer a 20 años de cárcel.

En la casa del changarín, hoy de 42 años, se hacía lo que él quería. El costo por negarse a aceptar su voluntad era, invariablemente, la violencia. Lo sufría su propia mujer, a quien muchas veces varios de sus numerosos hijos debían asistir para que reaccionara pues quedaba desmayada por las palizas que recibía. El lado más depravado en la personalidad de ese sujeto, los abusos sexuales, lo sufrían dos hijastras, que ignoraban que él no era su padre biológico. Y también su propia hija. La mayor contó que tenía 10 años cuando empezó a manosearla y violarla, hasta que tuvo 17 años y decidió irse a vivir con su abuela, harta de ser abusada y de que su mamá no le creyera. Su hermana menor aseguró que con ella los ultrajes comenzaron a los 11 años y se prolongaron hasta dos semanas antes de que decidiera denunciarlo (tenía 19 años), luego de irse también a la casa de su abuela. Esta joven relató que a ella la llevaba a hoteles alojamiento y hasta grababa videos con los abusos en su teléfono.

Ni su propia hija se salvó de los ataques sexuales. En el Anivi, la niña contó que tenía 11 años cuando la sometió por primera vez y que no dejó de hacerlo ni cuando estaba embarazada, ya con 14 años y con "la panza grande".

Lo condenaron por haber violado y haber corrompido sexualmente a las tres hijas.

Tal fue el desprecio por su hija y su perversidad, que llegó a fingir que lloraba cuando la jovencita le contó a su madre de su estado delante de él. Incluso en una ocasión le dijo que cuando tuviera al bebé y le diera teta "iba ser rebonito".

Fue precisamente por el embarazo de esta niña que el problema estalló, pues sus hermanas mayores, al enterarse, no sospecharon de nadie más que de ese hombre al que respetaban como padre, pues a la chica no se le conocía novio, no la dejaban salir a ningún lado y no la mandaban a la escuela.

La segunda hermana fue la primera en contarle todo a su abuela (madre del abusador) cuando se fue de la casa. Y apenas consiguió el apoyo de esa mujer (ella les dijo que el sujeto no era su padre biológico), llamó a su hermana mayor para contárselo, sin imaginar que esa joven se despacharía con que a ella también le había pasado lo mismo. Ambas coincidieron en que nunca habían dicho nada, por los golpes, las amenazas a las que habían sido sometidas y la vergüenza.

Cuando se armaron de valor, su hermana de 14 años también. Todas lo denunciaron (las mayores tenían entonces 25 y 19 años), los días 1, 2 y 3 de mayo del año pasado. Y el changarín fue detenido en el acto.

Acorralado por la evidencia (el ADN arrojó un 99,99 de porcentaje sobre su paternidad) el sujeto confesó haber violado y corrompido durante años a las tres hermanas. Y ante el juez Ernesto Kerman (Sala II, Cámara Penal) ratificó el juicio abreviado que alcanzó con la fiscal Leticia Ferrón de Rago a través de su defensora María Noriega. En ese acuerdo, aceptaba recibir 20 años de cárcel. "Estoy arrepentido de todo lo que hice", dijo ante el juez, que le aplicó el mismo castigo que aceptaba.