El juez del Tribunal Oral Federal, Hugo Echegaray, condenó a 3 años de prisión efectiva a dos pirquineros chilenos por haber cruzado ilegalmente desde su país hacia una mina abandonada en el Cerro Zancarrón, Iglesia, con la intención de sacar oro de contrabando para comercializarlo en su país. Tras dar a conocer su fallo, el magistrado comunicó su decisión a Migraciones y ambos condenados, Alfredo Hernán Cáceres Caballero (58) y Gustavo Javier Manterola Álvarez (45), fueron expulsados de Argentina, país al que no podrán ingresar en los próximos 15 años, informaron fuentes judiciales.

La pena impuesta a esos sujetos oriundos de la ciudad de Vallenar, en la Tercera Región de Chile, fue la misma que habían acordado en un juicio abreviado logrado por medio de su defensora Vanesa de Dax con el fiscal Francisco Maldonado. Por el caso hay un sujeto prófugo, Oscar Echeverría, quien por poco no atropelló a los gendarmes y a un empleado de Barrick el día que los sorprendieron, el 24 de febrero de 2020. Aquel día, personal de Gendarmería y Barrick realizaban un patrullaje de rutina verificando los hitos limítrofes entre ambos países, cuando avistaron una camioneta Mitsubishi L200 cuyos ocupantes, al verlos, cruzaron el límite hacia su país. Tras recorrer el lugar, los gendarmes encontraron en un túnel de la mina y sus inmediaciones una minicargadora, un grupo electrógeno, cables, un martillo percutor, amoladora, palas, barretas, máscaras de oxígeno, linternas y varias herramientas para la extracción de minerales (ellos buscaban oro) y hasta algunos explosivos. Ante la sospecha de que los chilenos volverían a intentar recuperar sus equipos, dejaron apostado en el lugar a un efectivo y continuaron con el reconocimiento de hitos. Y fue así que, 3 horas después, los tres chilenos cruzaron otra vez para llevarse sus cosas y dos de ellos terminaron presos, pues Echeverría aceleró y se escapó cuando supo que iban a ser detenidos.

Cuando les tocó defenderse, Cáceres Caballero reconoció ser el dueño de la máquina con pala cargadora pero dijo desconocer que estaban del lado argentino, lo mismo que su cómplice. Sus versiones fueron insuficientes y al final, complicados por la prueba, resolvieron aceptar su autoría en el delito de intento de contrabando agravado, resignándose a perder todas sus máquinas y herramientas para sacar mineral de manera artesanal y particular (no dependían de ninguna empresa) y conseguir oro que luego vendían en joyerías o comercios del rubro.