Los abusos eran un tormento reiterado en la vida de Florencia Abril Di Marco, según reveló la autopsia. Lucas Matías Gómez, padrastro de la nena de 12 años y sospechoso de violarla, tuvo  seguramente una razón para decidir, en la madrugada del miércoles, ante el último ataque, acabar con la vida de ella. Los investigadores del caso creen que fue tal la brutalidad de la última violación, tal la gravedad de las lesiones que le causó, que inevitablemente la chiquita iba a necesitar atención médica, para que frenaran los sangrados. Así, él quedaba enteramente expuesto a ser descubierto. Por ello, presumen que la asesinó para ocultar los ultrajes. 


Ayer, Gómez fue trasladado hasta el despacho de la jueza Virginia Palacios para la declaración indagatoria. En la audiencia, además de la magistrado, estuvieron el fiscal Esteban Roche y el defensor oficial Penal, Carlos Salazar. Gómez eligió no hablar en esta instancia, su primera oportunidad de defenderse. 


El defensor no le solicitó a la jueza la prórroga de la detención, es decir, un plazo para producir pruebas que refuten aquéllas que lo incriminan. Esto determina que Palacios tiene un máximo de 48 horas para resolver el destino del imputado. Todo indica que tiene elementos sólidos para procesarlo con prisión preventiva. 


Según trascendió, en la audiencia, hasta en su expresión corporal se lo vio apocado a Gómez. Mientras le leían los cargos, lloró, y se mantuvo buena parte del tiempo con la vista baja. 


En una conferencia de prensa tras la declaración indagatoria, la jueza Palacios detalló la imputación, cómo encuadra el hecho. A Gómez lo supone autor de “Abuso sexual con acceso carnal, doblemente agravado por la calidad de guardador y el aprovechamiento de la situación de convivencia preexistente, en concurso real con homicidio agravado criminis causa, por perpetrarse con alevosía y mediar circunstancias de violencia de género”. El crimen del que acusan a Gómez se paga con prisión perpetua.


En la primera revisación, que hizo en la escena del hallazo, el jueves, el forense Ricardo Torres confirmó que la nena había sido sometida por vía anal y genital. Durante el examen que practicó en la morgue al día siguiente, el perito confirmó que tenía indicios, además, de abusos anteriores. Que los ultrajes tuvieran cierta antigüedad –que no pudo determinar de modo preciso– consolidó la teoría de que el agresor podía ser del entorno cercano, que éste podía ser un caso de violencia intrafamiliar. 


Por ello, en la calificación del hecho, la magistrado consideró dos agravantes, que dan cuenta del oportunismo y del carácter depredador del violador. Por un lado, vivían en la misma casa, en la manzana T del barrio Lucas Rodríguez, en la zona sur de la capital. En verdad, la pequeña conocía al agresor y tenía contacto con él desde hace por lo menos unos diez años. Después, su mamá, Carina Di Marco, tuvo otros tres hijos con Gómez: Lucas, Aníbal y Trinidad. El mayor de los varones tiene 9 años; el otro, 3. La pequeña nació el pasado martes en la Maternidad Provincial “Doctora Teresita Baigorria”, apenas horas antes del asesinato de Florencia.


Justamente en esa circunstancia, la de la internación de la mamá para dar a luz, Gómez debía ejercer el cuidado de los chicos. En una de las tantas entrevistas que dio mientras buscaban a la chiquita, Gómez expresó que Florencia –que no llevaba su apellido– era su hija. E inclusive en el brazo derecho tiene tatuados los nombres de la nena fallecida y de sus hijos varones. Lejos estuvo de protegerla como un padre. 


Respecto al homicidio, Palacios consideró que fue criminis causa –esto es, que la mató para velar los abusos–, que el victimario actuó con alevosía y que medió violencia de género, es decir, que la agresión se fundamenta en la condición de mujer de la víctima. 


Para que se configure el agravante de la alevosía tienen que combinarse dos elementos. Por un lado, que la víctima esté desprevenida o en estado de indefensión, tal fue el caso de Florencia. Dada su edad y su contextura, no podía hacerle frente al adulto. Por otro lado, la alevosía implica que el agresor busca que la víctima esté desprotegida, para actuar sin riesgos. Gómez la atacó horas después de que Carina fue internada para tener a su bebé, lo que le daba más libertad para actuar. 


Palacios dijo ayer, en la rueda de prensa, que sólo podía hacer una enunciación de las pruebas arrimadas por los investigadores de la División Homicidios, sin ninguna valoración, para no preopinar. “Se tomó en cuenta el testimonio de cuatro personas que lo sitúan a Gómez el 22 de marzo entre las 3 y las 6, en el lugar de hallazgo del cuerpo. El rodado (de Gómez) fue reconocido por dichas personas. Obran en la causa los registros fílmicos de un peaje cercano a la capital (que tomó el paso del Renault Megane negro del imputado). También constan las declaraciones de docentes de la escuela ‘Rosario Simón’, que indican que la menor no fue el 22 de marzo al establecimiento”, enumeró. 


También refirió que el flamante Departamento Delitos Complejos, que depende de la Procuración General y del Poder Judicial, peritó teléfonos celulares del sospechoso. Establecieron, dijo, que desde el 19 al 22 de marzo hubo, según los registros en el historial de navegación en internet, 415 visitas a páginas de pornografía gay. “Ese informe también nos evacúa la línea del tiempo en cuanto a las comunicaciones hechas en lo que establecemos como franja horaria de comisión del delito, esto es, entre las 3 y las 6”, consignó. 

FUENTE: DIARIO LA REPÚBLICA