

Aunque hasta anoche no habían detenidos por el asesinato, con el correr de las horas se refuerza la hipótesis que él o los que asesinaron a Antonio Tapia buscaban sus ahorros, algo más de 128.000 pesos, y eran personas que lo conocían y sabían de la existencia de ese dinero. Uno de sus hijos incluso instaló la sospecha que lo mataron porque reconoció a él o los criminales.
El único dato certero es que a Antonio Abel Tapia (66) le dieron un golpe mortal en la cabeza, entre la ceja y la oreja del lado izquierdo, con un elemento como un hierro o un palo. Eso, sumado a que era diabético y había sufrido tres ataques cerebrovasculares, fue fatal.
No presentaba otra herida y se estima que murió entre las 5 y las 7 de la mañana del viernes, dijo una alta fuente del caso. Su cadáver fue encontrado a las 10.30 de ese día, sobre su cama y vestido, en la casa que le prestaban en un callejón al Oeste de calle Mendoza, entre 14 y 15, Pocito. El desorden y la ausencia de dinero, su celular y unas herramientas, indicaron el móvil del crimen.
Su hijo, también llamado Antonio, dijo que hace una semana entraron a robarle al jubilado cuando no estaba y que éste temía que volvieran. Es que el abuelo poseía ahorros, de hecho tenía al menos $128.000 que los ladrones no encontraron en aquel primer robo y que después se los entregó a una de sus hijas para que se los guardara. ‘Creía que iban a venir por su plata. A lo mejor vio algo y no nos dijo. Él no quería estar solo y andaba con miedo. Y nosotros le pedimos que se fuera de ahí, pero no quería irse’, explicó el muchacho.
‘Para mí, es alguien de adentro, alguien que lo conocía’, agregó el hijo. Es la misma hipótesis que sigue el juez Martín Heredia Zaldo y la Policía, dado que el jubilado no era de ostentar pero alguien de su entorno sabía de la existencia de ese dinero.