Lamento. Iván Jácamo se agarraba la cabeza a cada momento cuando contaba el calvario que vivió en su propia casa. Los ladrones hasta lo agarraron a patadas.

Con la voz todavía temblorosa, con un hematoma debajo de su ojo derecho y con el recuerdo carcomiéndole la cabeza, Iván Jácamo (32) se animó a hablar de los casi treinta minutos de terror que vivió en la madrugada del pasado sábado, cuando tres ladrones encapuchados y armados se metieron a su casa de la Villa 11 de noviembre, en Rawson.

"Cuando me apuntaban con las tres armas pensé que me iban a asesinar, fue horrible. Es la primera vez que vivo algo así", admitió el hombre que hace unos años quedó hemipléjico (tiene paralizado el costado izquierdo del cuerpo), a causa de un accidente en moto.

Corrían los primeros minutos del sábado cuando Jácamo y un amigo suyo conversaban en la cocina. La tranquilidad se rompió cuando la puerta, que estaba entreabierta, fue empujada con violencia. En ese momento empezó la pesadilla. "Se metieron tres, que parece que llegaron a pie. Cada uno tenía un arma y casi no se les veía la cara, tenían pasamontañas y capuchas", relató.

Lo primero que hicieron los delincuentes fue tirarlos al piso boca abajo y atarles las manos con precintos. Y para meterles miedo los golpearon y amenazaron con dispararles si no cumplían con lo que pedían. "Nos daban patadas por todo el cuerpo. En una de esas yo quise levantar la cabeza para mirar y me pegaron una muy fuerte debajo del ojo", sostuvo. Esa zona le quedó morada y ayer seguía con calmantes y desinflamatorios. Ya con el control total de la casa, los ladrones se pusieron a seleccionar cosas de valor para llevarse. Para eso se tomaron más de 20 minutos. Dieron vuelta todo buscando dinero, pero no había. Entonces se conformaron con dos televisores, una plancha, dos motos (una Motomel 250 cc y una Maverick 110 cc) que estaban en el fondo y otras cosas más chicas.

Luego cerraron la puerta con llave, con Jácamo y su amigo adentro maniatados e incomunicados, y quisieron huir con el botín. Pero claro, nunca imaginaron que una vecina que había visto movimientos raros iba a llamar al 911. Tampoco que un patrullero de la subcomisaría Villa Hipódromo (al mando del comisario Juan Uñate y el subcomisario Martín Flores) iba a llegar y les iba a frustrar el robo. Eso sí, escaparon, pero casi con las manos vacías.

Jácamo tiene dos hijas, de 4 y 3 años. "Gracias a Dios no estaban. Me voy a tener que armar, porque si llegan a estar ellas corro el riesgo de que me las maten", dijo. Allí también vive su madre, Silvia (51), pero había salido.