Sus ojos, de llamativo color turquesa, no brillan. Cercados por un gesto serio y cansado, parecen mirar sin ver y se clavan en un punto indescifrable mientras su dueña repite un balanceo nervioso sentada en una silla. Hay angustia en los exóticos ojos, que trocaron a opacos, de la gitana Susana Mitar por una situación que le quita el sueño: la repentina y sospechosa ausencia de la menor de sus 11 hijos, Isabel Mitar, una belleza de 15 años que salió al kiosco para una compra de rutina con el quemante Sol del 2 de enero a media mañana, y desde entonces fue como que se la tragó la tierra.
Aquel día, ante la llamativa demora, Susana y los suyos salieron desde su casa de hace 30 años en avenida España al 1.265 Sur, en Capital (allí su marido José Juan vende vehículos), y preguntaron a comerciantes, a la gente y a sus vecinos en la zona, pero nadie dijo haber visto a Isabel. Esa mañana esa chica que sueña con ser modelo, ni siquiera llegó al kiosco.
El mismo día, Susana denunció la desaparición en la Policía donde empezó a circular la teoría de que quizá la jovencita fue raptada por algún gitano con propósitos amorosos.
Pero Susana descarta esa posibilidad. Dice que su hija siempre fue de la casa, que salía pero acompañada por sus hermanas u otras gitanas, que no tenía novio y que ningún gitano se le acercó a pedirle su mano.
Su representante legal, el doctor Oscar Adárvez, aclara que si hubiera ocurrido una suerte de rapto con fines sentimentales lo usual hubiera sido un llamado telefónico a Susana para explicarle la situación. Que hubieran puesto al teléfono a su hija para que comprobara que está bien. Y que se hubieran entablado las negociaciones de rigor para comprarla por si acaso se la hubieran llevado para unirla en casamiento. El letrado asegura que no seguir al pie de la letra esa regla no escrita pero vigente, es exponerse a duras sanciones en la comunidad gitana.
Pero como no hay indicios firmes para sostener esa suposición, Adárvez encaró el trámite legal para que la Justicia intervenga. Y a través de un escrito pidió que se considere a Isabel como una menor en riesgo y se dé aviso a todas las policías y juzgados del país para que la busquen, especialmente en las provincias de Mendoza, Neuquén, Río Negro, Córdoba y Tucumán.
Así lo ordenó el juez de Menores Carlos Guido Ramírez, quien facultó a la Policía a realizar allanamientos y todo lo necesario (incluso el uso de la fuerza pública) para cumplir el objetivo de rescatar a la chica y regresarla con sus padres.
Desde aquel 2 de enero, el inclemente paso del tiempo sin respuestas, carcome los nervios. Pero Susana se confiesa una convencida católica y se apoya en su fe. ‘Lo único que sé con mi dolor de madre es que mi hija desapareció y no sé nada de ella. Todos los días espero, espero y espero… y pido a Dios todos los días que no le haya pasado nada malo. Pido a Dios que me dé fuerzas, Dios me la tiene que mandar sana’, dice, al borde del llanto.

