Sin tapujos. Gil no se reservó gestos ni palabras ante los medios ni ante el juez y las partes en la sala de juicio.

En la formalidad previa, el asesino homofóbico Claudio Gil (46) se mostró tranquilo. Repitió sus datos personales y respondió otras preguntas de rigor a la secretaria María Beatrice de Iranzo. Pero cuando el juez José Atenágoras Vega (Sala II, Cámara Penal) le dijo si tenía algo más que agregar, se despachó con críticas, fiel a su estilo provocador: dijo que aceptaba la opción del juicio abreviado que le asegurará una sexta condena, de 6 años, por quemar en la espalda con agua hervida a un excompañero de celda en la cárcel de Chimbas, al que obligó a practicarle sexo oral, "por conveniencia", por "la mala defensa" (lo asiste el defensor oficial Marcelo Salinas) y por las "chicanas" de la fiscal Leticia Ferrón de Rago. Y no dijo nada más, porque el juez lo frenó en el acto.

Por lo bajo, se supo que no quería admitir su autoría en un juicio abreviado por los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante y lesiones leves contra Gonzalo Ferreyra (31). Y que al final aceptó para "no ser escrachado" en los medios.

En la antesala del debate que no fue, su última víctima, Ferreyra, dio entrevistas a cuanto medio periodístico se lo requirió. A este diario, por ejemplo, aseguró que en una primera estadía en la cárcel con Gil, "se portó bien", no así una segunda vez con ese preso, tan traumática, que hasta pensó en quitarse la vida: "Me sentía sucio, me quería matar", dijo ayer.

Víctima. Gonzalo Ferreyra describió ante los medios los abusos y humillaciones que soportó de Gil.


Así, por ejemplo, describió que durante los tres meses y medio que compartió la celda con Gil en 2015, le exigía que su familia le llevara cigarrillos, comida, ropa. Y que si se negaba lo golpeaba en la cabeza con una sartén. También precisó que no lo dejaba salir de su celda.

El colmo de esos abusos -según Ferreyra- ocurrió el 11 de noviembre de 2015 a media mañana, cuando lo obligó a arrodillarse, le puso en el cuello una bombilla y lo obligó a practicarle sexo oral. En esa maniobra, también lo quemó con agua hervida en la espalda, en la zona de los hombros.

Cuatro días después, se animó a denunciar y otra vez Gil empezó a transitar un camino que ya conoce: la investigación penal y la condena por sus delitos. A lo largo de su historia, Gil recibió cinco condenas: una por robo de auto y privación ilegítima de la libertad, otra por matar a un homosexual en La Rioja, la tercera por quemar con agua a su propia madre y las dos últimas a perpetua por matar a cuchillazos a otros dos homosexuales en 2014 en San Juan. En uno de esos castigos, se consideró que el homicidio estuvo agravado por el odio a la orientación sexual de la víctima. Ahora, el juez debe decidir si acepta o no la propuesta de juicio abreviado. Si lo hace, no podrá aplicar una pena mayor.

Doble homicida acepta 2 años

Ceferino Amaya Cortez (48) ratificó ayer ante la juez Silvia Peña Sansó de Ruiz (Sala I, Cámara Penal) que acepta recibir 2 años de cárcel por manosear a una nena de 3 años, nieta de su pareja. El acuerdo de juicio abreviado se realizó con el imputado y su defensor oficial Marcelo Salinas y la fiscal Marcela Torres. El hecho fue denunciado el 3 de enero de 2018, un día después de que el papá de la nena descubriera la razón por la que su hija estaba agresiva: "El Cefe me toca", le dijo, explicándole en un peluche cómo lo hacía. Amaya había empezado a salir de la cárcel en 2014, tras purgar 17 años de encierro por un doble crimen: la violación de una nena de 2 años, a quien mató por estrangulación igual que a su mamá, Miriam Adrián (24). Ambas fueron halladas en abril de 1997, enterradas y putrefactas en el rancho que la mujer compartía con Amaya en el asentamiento Pedro Echagüe, Santa Lucía.