“Todo empezó cuando caí al servicio. Él me recibió. Al mes y medio viviendo con él, me empezó a hacer pedidos, a amenazar y a golpear. Fue un infierno”. Eso relató a DIARIO DE CUYO el expreso que fue sometido en el interior del Penal de Chimbas por Claudio Gil, el asesino serial que ya tiene 5 penas y desde este miércoles enfrenta el juicio por ese ataque calificado como abuso sexual gravemente ultrajante y por lesionar a su compañero de celda.

Antes de entrar a la Sala II de la Cámara Penal, la víctima de 31 años (se reserva la identidad por su seguridad) contó todo lo que vivió durante tres meses y medio mientras estuvo preso por hurto.

“Al principio me pedía cosas pero después todo fue más grave. Él se la agarró conmigo el día que lo llamaron a la reja para darle la notificación de que estaba condenado a perpetua. Ahí se dio vuelta y todo empezó. Se la empezó a agarrar conmigo como si yo fuera la señora de él”, relató el hombre que salió en libertad en marzo del año pasado.

Y detalló que “me hacía pedir cigarrillos para él, comida, de todo me pedía. Y me hacía ‘hacerle las cosas’. Se las tenía que hacer. Si no, me amenazaba con que me iba a meter un bombilla, para que le hiciera, bueno, usted sabe, cosas que me da vergüenza decir, quería que le practicara sexo oral, que le entregara la cola, todo eso. Pero bueno, gracias a Dios acá estoy afuera y ha sido un infierno para mí estar con él por todo eso”.

Además, confío: “Me decía que si yo no hacía lo que me pedía me iba a cagar matando. Me tenía muy atormentado. Me tenía todo el día en la celda, encerrado, como si fuera un esclavo de él. Cuando no le traía cigarros me pegaba, me daba con la sartén en la cabeza. Pero ahora estoy en la calle y estoy haciendo las cosas bien. Me siento re bien, laburo, para no volver a caer, para no encontrármelo más. Porque fue un infierno, algo muy malo”.

Claudio Gil, el acusado.

Al revivir sus vivencias sostuvo con la voz entrecortada que “tres meses y medio fueron, fue un trastorno, me dan ganas de llorar ahora por lo que me ha hecho, porque eso no hace".

El calvario del hombre terminó tras un encuentro con sus amigos. “Ellos me llevaron una vianda y me preguntaron: ‘Qué te pasó ahí’. Yo tenía todo el pecho despellejado, quemado, porque él se había enojado y me había tirado agua caliente”, relató.

Fue entonces que, siguiendo los consejos de sus allegados, el hombre decidió hablar con las autoridades y contar lo que estaba viviendo. “Me trajeron acá, a Tribunales a declarar, y declaré. Gracias a eso no llegó a algo extremo, porque si no, no estaría acá contando todo eso”, aseguró la víctima de Gil, quien durante todo su exposición no se animó a señalar con nombre ni una sola vez al atacante.

Para terminar, reveló: “Yo no tenía aliento, no quería seguir viviendo. Pero cuando quedé en libertad mi esposa me ayudó a salir adelante diciéndome que se había terminado la tormenta, que ya está. Gracias a Dios estoy afuera y estoy vivo”.