"Dónde vamos a vivir ahora… no nos alcanza para el alquiler, encima la poca pensión que cobro se me va casi toda en remedios, gasto entre $6.000 y $7.000 por mes. Es una impotencia y una angustia muy grande, porque nuestros parientes viven con lo justo y no tenemos dónde ir, es muy desesperante", dijo ayer Liliana Agüero (57), sin parar de llorar. Es pensionada porque en 2003 se le declaró glaucoma (una enfermedad por problemas en la tensión ocular). Liliana vivía con su hermana Norma (68 años, jubilada de un centro de kinesiología) en su casa de siempre en Pueyrredón al 292 Sur, en Capital. Vivían, porque esa casa donde nacieron y vivieron toda su vida quedó inhabitable y ellas sin nada, por un incendio.

Ocurrió cerca de las 20 del viernes. Norma recordó que luego de darse un baño calentó agua y que tomaban un té con su hermana, que terminaba de llegar de la iglesia, cuando percibieron un olor a humo. En ese mismo momento un vecino se acercó a avisarles que el fuego les destruía la casa. Y cuando quisieron echar algo de agua se cortó la electricidad y quedaron a ciegas. Liliana se desesperó porque, de los nervios, salió a la calle pero no veía a su hermana. Norma tampoco sabía dónde estaba cuando se quedó a oscuras. Y fueron unos policías que justo pasaban los que la sacaron a la calle.

Dos camas, un televisor, tres roperos con ropa y todos los muebles y cosas que tenían en su vivienda compuesta por dos dormitorios, una cocina y un comedor quedaron destruidos.

Al parecer, una chispa o un resto de fuego del calefón a leña, tomó contacto con muebles y cosas en desuso en el fondo, esas llamas alcanzaron una pequeña galería techada con madera conectada a la casa, y las cañas y palos del techo fueron el vehículo ideal para que el fuego, en minutos, destruyera todo.