‘Me consideraba maltratado, porque desde los quince años cuando salí de la escuela me acostumbré a trabajar en fincas. Nunca he tenido problemas con nadie. Él pasaba en el tractor haciéndome burla cuando yo estaba con el pico. Nunca me habían tratado de esa manera. Ese maltrato me fue generando bronca y por las burlas también. Eso me llevó a tomar una decisión que nunca debí tomar. No fue de matarlo, quería herirlo, para que supiera que yo también merecía respeto…’.

Con esa frialdad, pero también arrepentido, sobre todo por sus tres hijos, Walter Quiroga (28) confesaba lo que ya no podía ocultar ante el juez Alberto Benito Ortíz. El macabro plan, motivado por el rencor, lo llevó a atacar a tiros a su compañero de trabajo José Rodolfo Cortez (49) en una calle de Barrealito, Calingasta, la mañana del 4 de febrero último. Una rabiosa acción que al final resultó un fallido asesinato, pero que igualmente dejó por ahora serias secuelas a su víctima, que no puede hablar y ni siquiera moverse de la cama de un sanatorio en donde permanece postrado hace 3 meses.

Walter Quiroga tiene un futuro complicado. El juez Alberto Ortíz, del Primer Juzgado de Instrucción, lo procesó en estos días por homicidio simple en grado de tentativa, agravado por el uso y portación de arma de fuego, y dispuso que siga preso. Los otros dos imputados: su pareja, María Galván, y su otro compañero, Héctor Segovia, fueron sobreseídos porque nada tenían que ver.

Quiroga no aguantó que lo sacaran del puesto de encargado de la finca María Teresa y que en su lugar pusieran a Cortez. Él mismo lo confesó: ‘Pasé a ser un peón común. Y Cortez me daba las órdenes. Yo tiraba más para los obreros, los cuidaba. Cuando asumió Cortez como encargado, nos mandaba a trabajar al rayo del sol… Una vez nos mandó a trabajar bajo de la lluvia. No le importaba el obrero, quería quedar bien con el patrón. Nunca me habían tratado de esa manera…‘. 

También relató que, harto y enceguecido por las supuestas humillaciones, decidió darle un escarmiento. Así fue que el sábado 4 de febrero se levantó a las 6.25 de la mañana, sacó un revólver 22 y fue a esperar a Cortez en la calle Laprida, quien a esa hora tenía que pasar en moto rumbo a la finca.

Cuando apareció, lo hizo parar y sin decir nada le largó dos tiros en la cabeza. Una vez que la víctima cayó, empezó a pegarle en el piso. No conforme, quiso simular un accidente y colocó algunos palos y ramas arriba de su cuerpo. Al parecer, incluso quiso quemar su cuerpo, pero se arrepintió. Como pensó que estaba muerto, escapó. Más tarde, otro compañero encontró a Cortez moribundo y pidió ayuda. Un día después, los policías de Homicidios lo detuvieron.
 

En grave estado

José Cortez, la víctima, recibió dos disparos en la cabeza que le produjeron un grave daño neurológico que impide que pueda mover los miembros y hablar. Además tiene contusión pulmonar bilateral y una fractura producto de los golpes, aparentemente de puntapiés. El médico forense dijo que su vida corre peligro y su evolución puede durar 1 o 2 años.