El juez de instrucción Leopoldo Zavalla Pringles consideró ayer que había más dudas que certezas sobre la vinculación de un joven a un caso conmocionante, la muerte de un chico en Chimbas por tocar el alambre electrificado de una propiedad en la que habría entrado a robar, y le otorgó la libertad luego de casi cuatro meses de encierro en una seccional, dijeron fuentes judiciales. Ese joven es Alejandro Sabio (30), hijo de María Antonia Martín, la mujer que accionó la llave para electrificar ese alambre que pasaba por el fondo de varias viviendas y que, en la práctica, servía para que no ingresaran animales a un parral y evitar también la entrada de intrusos.
Esa mujer con graves problemas de diabetes y afectada también de "presión emotiva" tiene prisión domiciliaria y es ahora la principal sospechosa en la muerte de Pablo González (15), ocurrida alrededor de las 16.20 del miércoles 13 de abril pasado en una propiedad de calle Díaz al 600, en Chimbas.
La propiedad está pegada al barrio San Francisco, donde vivía la víctima. Y aunque desde el ámbito de la familia y un testigo de la muerte del menor aseguran que se habían metido a sacar una pelota, en la Policía sospechan que en realidad al menos esos dos muchachos habían entrado a robar porque un familiar de Sabio los pescó adentro y porque detectaron la puerta de un portón forzada y un rollo de malla mediasombra descolgado de su lugar.
La muerte acarreó un intento de incendio en esa vieja casa y una lluvia de piedras contra los policías que impidieron esa maniobra. Pero ese mismo día la Policía siguió por los fondos el circuito del alambre y llegó a la casa de la mujer, donde estaba Sabio y se hizo cargo (para evitar más problemas a su mamá), a pesar que no vivía en esa vivienda y había sido llamado por el problema. En su versión, el joven dijo que ese alambre electrificado había sido puesto por su padre, fallecido seis meses antes de la tragedia.