Eran cerca de las 2 de la mañana cuando Jorge Rubén "Negro" Farías (38) se tiró en la cama a esperar que calentara el aceite que había puesto en una sartén. Quería hacer varias papas fritas, para cenar esa noche y también para que le quedaran para el día siguiente. Pero el sueño lo venció y alrededor de una hora después la simple rutina se complicó a un nivel que no imaginaba, porque parte de su casa quedó envuelta en llamas y él muy cerca de perder la vida por inhalar humo.

"Me tuvieron que sacar mis hermanas, una de ellas tiró la puerta de una patada para poder entrar a rescatarme. Yo ya estaba casi inconsciente, no me podía el cuerpo, me podría haber muerto", afirmó ayer la víctima, interrumpiendo cada tanto su relato para dejar que se escuchara cómo crujía el techo: "Me tengo que ir de acá, esto en cualquier momento se viene abajo".

El hombre cobra una pensión a causa de una malformación que tiene de nacimiento en el brazo izquierdo: lo tiene más corto, con menos dedos y no lo puede mover.

Ahora enfrenta un verdadero drama, pues perdió gran parte de sus cosas y dice que es muy riesgoso seguir habitando esa casa que le prestan, situada en la finca Meló, en Rastreador Calívar entre Salta y Caseros, en la zona caucetera de Los Médanos.

La vivienda es sumamente precaria. Tiene paredes de madera y adobe, techo de cañas y piso de tierra. Allí vive solo, aunque a menudo lo van a visitar sus tres hijos, que viven con su expareja. Farías suspiró cuando contó que los chicos no habían ido a visitarlo cuando ocurrió el siniestro.

"Podría haber pasado cualquier cosa", exhaló. Para su suerte, sus hermanas Mariela, Betina y Alejandra, que viven al lado, se dieron cuenta que algo andaba mal y cuando derribaron la puerta se dieron cuenta que la cocina estaba en llamas y que a él le costaba reaccionar.

El fuego se inició en la sartén, se extendió por el comedor y destruyó varias cosas, como el televisor, la mesa, las sillas y otros muebles.

La víctima dijo que con lo poco que cobra tiene que hacer malabares para llegar a fin de mes y que por su discapacidad no puede trabajar o puede hacer solamente muy pocas changas.

"Estoy resignado. Yo sé que lo que se ha perdido es material y que es lo de menos, pero qué bronca, cuesta tanto tener cada cosita... voy a tener que empezar otra vez", cerró el hombre, mirando con tristeza lo que quedó a salvo.