"Ansioso" se mostró Evaristo Molina cuando le leían las pruebas en su contra y confesó. El otro detenido por el crimen será liberado.

Si los vecinos del barrio Costa Canal I, en la zona norte de Capital, tuvieran que elegir a un sospechoso por el crimen de Yamila Pérez (le dieron 8 cuchillazos, le cortaron los brazos y el rostro) ese no habría sido jamás Evaristo Luiciano Molina (69). Nunca una copa de más, nada de discusiones escandalosas con su mujer, ningún conflicto con los vecinos, hombre tranquilo, de hacer gauchadas, "bueno, trabajador, excelente persona", fueron los calificativos que predominaron en el barrio ante la consulta de este diario. Pero ayer el propio Molina se encargó de demostrar que también tenía un lado violento, incontrolable. "Yo le comenté a mi señora que yo había matado a Yamila Pérez, porque ya me sacaron una vez de mi casa y no quería que me saque para siempre... la chica no quería salir del auto... que le iba a decir a mi esposa que andaba con ella". Con el aire entrecortado y refregándose las manos, ansioso, esa escueta confesión, sin detalles, le escucharon pronunciar el juez Guillermo Adárvez, el fiscal Carlos Rodríguez y un sorprendido defensor Faustino Gélvez, quien le había recomendado no dar su versión.

El quiebre lo había motivado la declaración de uno de los presos que compartían calabozo con él en la Central de Policía: Fernando Ávila. Según fuentes judiciales, este sujeto había dicho que cuando Molina les comentó lo del crimen, les mencionó también que había llevado en su auto a su mujer hasta el lugar donde hallaron el cadáver el pasado 17 de junio, un basural de El Mogote, en Chimbas. "Viste, ahí está, si querés denunciame".

Los detalles del relato de Molina en los calabozos revelados por Ávila sirvieron también para reforzar la hipótesis de que la mató para que no lo chantajeara más por dinero, tal como anticipó este diario. Ambos se conocían desde hace mucho, pues Yamila desde muy niña ejerció la prostitución (luego se hizo adicta), al punto de que -según Ávila- les dio a entender que se relacionaba con ella desde que tenía 12 años.

Pero las cosas se complicaron el viernes 16 de junio por la noche, cuando la joven le pidió ir a una farmacia, le propuso sexo oral y empezó a exigirle dinero para no decirle a su mujer, como ya lo había hecho en una ocasión, según Ávila.

Según la Policía, Molina había aprendido a carnear de niño en Mendoza y en San Juan era buscado para faenar chanchos. En su casa se dedicaba a vender gas tras jubilarse en una distribuidora de ese combustible y daba la impresión de pasar una vida tranquila. Pero tenía una doble vida y todo cambió para él.