Fue cura, diputado provincial y ahora está acusado de corromper sexualmente a su hijastra. En esto terminó Juan Carlos Icazatti, un viejo ex dirigente bloquista, que fue procesado junto a su pareja por los presuntos abusos cometido contra esa menor desde que tenía 6 años hasta los 15. Detrás del caso se oculta una historia que una psicóloga llegó a calificar como "vivencias de horror" para esa jovencita que prácticamente no tenía contacto con nadie, vivía encerrada y era sometida supuestamente a los juegos más perversos dentro de su casa en Rivadavia.

Poco más de dos años duró la investigación que la juez María Inés Rosselot finalmente cerró esta última semana con el procesamiento del ex cura y diputado provincial Juan Carlos Icazatti, de 71 años, y su pareja, de 35. A él por los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante, agravado por causar un grave daño en la salud mental de la víctima y por su calidad de guardador, y corrupción agravada de menores. Y a la mujer, por corrupción de menores agravada por el vínculo. A ambos le dictaron la prisión preventiva, pero fueron beneficiados con el arresto domiciliario. Esto, por la edad y la enfermedad del acusado, y porque ella tiene que cuidarlo.

Como muchos otros casos, todo se destapó porque un día la jovencita no aguantó más. Fue el 25 de mayo del 2007. Ella escapó de su colegio y buscó refugio en un supuesto novio. La madre de ese joven -al otro día- la llevó a un Hogar de Tránsito y fue ahí que contó su drama a raíz de los supuestos abusos que sufría por parte de su madre y su padrastro, Icazatti, de quien creía que era su padre biológico.

La menor poco a poco empezó a dar detalles de una historia escalofriante. Denunció que desde que tenía 6 años, su padrastro la manoseaba. A los 8, supuestamente la quiso violar. Sus relatos estaban llenos de situaciones de las más obscenas que se fueron, aparentemente, repitiendo con el tiempo. Como el dormir en la misma cama junto a sus padres. El ser obligada a ver cómo ellos tenían sexo, inclusive que el hombre la invitaba a ella a que tuviera relaciones con su madre, según el expediente. El de bañarse todos juntos, o de mirar películas pornográficas, como si se tratara de algo común en cualquier familia, según la denuncia.

Todo esto supuestamente pasaba dentro de su casa. Para afuera intentaban llevar una vida normal, aunque para los vecinos era una familia por demás extraña.

En el expediente, hay testimonios que indican que la pareja permanece todo el tiempo encerrada. Que esa niña casi nunca salía a la calle, a no ser cuando iba a la escuela, y no tiene amigos. Tampoco dejaban que nadie entrara a la vivienda. La propiedad parece una fortaleza por fuera y las ventanas siempre están cerradas. La única diversión de la menor era jugar en el patio o hacer ejercicios adentro, o ver algo de televisión. Su padre elegía su ropa. Andaba con el pelo recogido y no la dejaban pintarse. La peluquera o la modista iban a la casa. Compraban mercadería a través de un cadete o iba el propio Icazatti. La niña relató que no festejaban los cumpleaños y siempre estaban los tres solos. Ella recién llegó a conocer el Hiper después que escapó de su casa.

Cada uno de esos datos figuran en la causa. Icazatti aparentemente dominaba todo y controlaba a su mujer y a la menor. Al punto que en persona, junto a un chofer, llevaba y traía a la jovencita de la escuela. La acompañaba hasta adentro del colegio, inclusive le decía en qué lugar sentarse y le prohibía tener amigos, según versiones judiciales. El declaró que era para "protegerla".

Tanto Icazatti como su pareja negaron las acusaciones durante las indagatorias y argumentaron que todo fue un invento de la menor, supuestamente inducida por su supuesto novio. En una declaración, la madre dijo que "elige estar con su marido, antes que con su hija..", demostrando su frialdad ante la situación.

Las pruebas recolectadas por la juez María Inés Rosselot, del Quinto Juzgado de Instrucción, fueron muchas. Principalmente, los testimonios de los psicólogos que atendieron a la menor, donde "acreditan que ha habido una reiteración de abusos sexuales", según la resolución judicial. También llegaron a la conclusión que la jovencita no miente ni fabula en sus relatos.

Y si bien, algunos psicólogos dijeron que Icazatti y su mujer no poseen signos ni síntomas de perversión sexual, la juez valoró el informe de dos profesionales del Hospital Mental de Zonda que sostuvieron lo contrario. Afirmaron que ambos tienen personalidad psicopática y tendencias a la manipulación y la mentira, según la causa.

Otro dato tomado en cuenta por la magistrado es que se constató, a través de testimonios, que Icazatti alquilaba continuamente películas condicionadas en un video club cerca de su casa, hasta llevaba a la menor. Esto respaldó la versión de la víctima, que desde mayo del 2007 no quiere volver más con su madre y menos con Icazatti.

La juez María Inés Rosselot hizo una larga exposición de los hechos, citó testimonios y pruebas que fundamentaron su decisión de procesar a Icazatti y a su concubina, los que ahora tiene prisión domiciliaria. La resolución todavía no está firme, de modo que la batalla judicial continúa. Eso sí, la menor ya no está más con ellos.